Carlos J. Pérez García

Carlos J. Pérez García.

Es frecuente que a los votantes o mandantes nos lleguen a desesperar los mandatarios o gobernantes que son elegidos, quienes no suelen darnos nuestro lugar ni tampoco resultados positivos o relevantes de su gestión. En fin, el caso es que aquí se presentan diálogos de sordos y escándalos que hacen aún más difícil gobernar. ¿Hay de otra… cuando se ha dicho que gobernar “no tiene ciencia”?

Evito el detalle de las tonterías presidenciales en cuanto a las recolecciones de dinero a través de sus hermanos o acerca de las descalificaciones a la farsa de una consulta para enjuiciar expresidentes. Todo ello apunta a consolidar la impunidad que prevalece estos años: no se actúa contra los amigos y parientes o los beneficiarios de pactos explícitos e implícitos (Peña Nieto, grupos del crimen organizado)… si acaso, se amaga a los adversarios que adeudan algo de interés o pueden aportarlo.

Degradan así su autonomía y respetabilidad la FGR, la UIF, la Secretaría de la Función Pública e incluso la Suprema Corte de Justicia, lo que no sólo afecta el crucial Estado de Derecho sino que socava la supuesta lucha de la 4T contra la corrupción, en la que nunca bastan los deseos e instrucciones de alguien. Los problemas de fondo se ven eclipsados por las anécdotas o los distractores, en tanto que el “nuevo régimen” se parece demasiado al viejo y hasta pierde sentido.

Nuestro líder social en funciones de presidente ya habla mucho sobre el final de su gestión y su retiro en el rancho, una vez que haya dejado establecidas nuevas bases para el país que, según dice, son en esencia cambios importantes en la forma de pensar de los pobres al sentirse tomados en cuenta cuando reciben apoyos o pensiones constitucionales. Incluso ¡eso de la sucesión presidencial se adelanta antes de la mitad del sexenio, con destapes bastante extraños!

Al amanecer el lunes AMLO se refirió a “quienes quieren regresar al régimen de corrupción, injusticia y privilegios”. En verdad, fuera de la retórica, no conozco a nadie que busque precisamente eso; de hecho, los tres temas de este designio se aprecian todavía imbatibles o avasalladores, a la vez que tienden a continuar más fuertes que nunca con una nueva mafia en el poder.

Todo lo personaliza (a su favor o en contra): los adversarios ocultan sus logros o buenas intenciones, mientras que con los desastres de todo tipo y las evidentes revelaciones de corrupción sólo buscarían perjudicarlo. Así que llama campañas negras a la simple contabilización de tantos muertos, o responde que ya erradicó la corrupción e impunidad y que no estaría entre los peores presidentes del mundo, sino entre los mejores.

Muchos lo atacan e insultan al considerar que sólo le interesa su popularidad, pero a partir de ésta él trata de mostrar una aprobación ficticia a su gobierno que queda muy lejos de la realidad. En todo caso, digamos, populista viene de pueblo (al cual se utiliza) y la demagogia resulta tan populachera como popular. Para el populismo, en general, los pobres (el pueblo) deben seguir siéndolo… con esperanzas. Y, claro, sin volverse clase media.

La mayoría de sus estrategias y vías operativas siguen siendo bastante primitivas o inocentes: salud (mal, otra vez), seguridad (el mismo empeoramiento), educación (incertidumbre), economía (un drama que regresa al centro)… En esta última puede haber cambios esperanzadores o contraproducentes, sobre todo en vertientes de política fiscal, hacendaria y monetaria.

Es tal el caos de prioridades, actitudes y declaraciones que de nuevo se alude a posibles problemas mentales, los cuales se verían agudizados por la creciente presión de las crisis o las evaluaciones negativas que cada día son más difíciles de contener o compensar con autoelogios. Esto continúa muy feo, la verdad.

Por lo visto, fíjense, para el gobierno federal, todo distractor es bueno. Para el país, sin embargo, resulta pésimo porque nos aleja de las soluciones.

* Y EN SAN LUIS Potosí el tiempo puede arrinconar al gobernador electo, aunque hay quienes por razones diversas no quieren achacarle mayores pendientes o problemas, lo que a la larga vendría a ser muy costoso para el estado con graves responsabilidades para las autoridades y los tribunales a nivel central o local. Tenemos que estar atentos.

Mientras, al salir de Palacio Nacional, Ricardo Gallardo celebró que se le incluya como “gobernador de la 4T”, al igual que los de Veracruz, Morelos y, pronto, Guerrero o Campeche.

 

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