La negación presidencial

Alejandro Rodríguez Cortés

Alejandro Rodríguez Cortés*.

Cuando se difunde información contraria a las cuentas alegres que diariamente hace el gobierno de la mal llamada Cuarta Transformación, el presidente de la República apela una y otra vez a sus “otros datos” para negar todo lo que contradiga su discurso.

Así lo ha hecho aún con claras evidencias en sentido contrario a sus aseveraciones sobre la pandemia de Covid 19, la inseguridad rampante, la economía en declive, la corrupción en su entorno o cualquier declaración de aquellos a quien Andrés Manuel López Obrador señalará siempre como adversarios o hasta enemigos de México.

Los “otros datos” tienen que ver también con la descalificación a cualquier contrapeso del régimen, así sea el Poder Judicial o los órganos autónomos del Estado mexicano, ya no digamos los medios de comunicación, organizaciones no gubernamentales o de la sociedad civil, despreciados una y otra vez en Palacio Nacional.

Pero la negación presidencial creo que alcanzó lamentablemente su mayor expresión esta semana, cuando el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) desnudó el fracaso de la principal bandera de la 4T que reza: “por el bien de México, primero los pobres”.

Y sí. Ante la medición de la pobreza en nuestro país, que vio crecer en 3.8 millones el número de mexicanos en esa situación precaria durante los primeros dos años de esta administración, llegó no solo la molestia de López Obrador, sino su necia actitud de “eso no es cierto”, y si lo fuera parcialmente, culpar de ello a la pandemia.

Ciertamente la alerta sanitaria explica la catástrofe económica de 2020, pero no hay que olvidar que la recesión inició el año anterior, como tampoco se puede dejar pasar que el discurso oficial siempre dijo que la estrategia gubernamental paliativa se enfocaría a la población menos favorecida de nuestro país. Dos millones de personas pasaron a la pobreza extrema, lo que da cuenta del fracaso de esas medidas, por más que digan que las proyecciones eran mucho peores.

La política de transferencias sociales no ha sido adecuadamente focalizada. Tanto, que los primeros 2 deciles de la población -los más pobres- recibieron 32% y 6% menos recursos que antes de 2018, respectivamente. Y esa deficiente distribución no es achacable a la pandemia, sino a un esquema generalizado que más parece una estrategia político-electoral que estrictamente social.

El presidente no ejerce autocrítica ni mucho menos reconoce y corrige. No es el caso tampoco con la clara conclusión del CONEVAL de que el INSABI fracasó, pues el rubro en que más creció la carencia de bienestar fue justamente el de la salud.

“No lo acepto”, dijo simplemente López Obrador, para inmediatamente hacer el ridículo con la aseveración sin cifras de que nunca los mexicanos habían recibido tantos apoyos, o con la perorata de que él tiene otra manera de medir que -dicho sea de paso- nada tiene que ver con el supuesto éxito en políticas públicas antipobreza: las remesas de paisanos en Estados Unidos o ¡hasta el tipo de cambio peso-dólar!

Le ha hecho daño a Andrés Manuel López Obrador su tozudez de destruir lo existente para no ofrecer nada a cambio, o de no corregir cuando no llegan los resultados. Pero más le perjudica la patológica negación pública de los hechos.

A la adjetivación de que tenemos un mandatario populista y con tendencias autoritarias, sumamos pues otra: la de ser un negacionista contumaz.

 

*Periodista, comunicador y publirrelacionista.

@AlexRdgz

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