Los “récords” de AMLO

Alejandro Rodríguez Cortés

Alejandro Rodríguez Cortés*.

El presidente de la República rindió su informe número 11, el tercero en términos de obligación constitucional, y me quedé con la impresión de que carga el peso de la derrota, disfrazada de su poco creíble autocomplacencia de que ya “podría irse tranquilo” de Palacio Nacional con la satisfacción del deber cumplido.

No es así. La sobre expectativa que él mismo alimentó, los graves errores de sus decisiones políticas y económicas, la pandemia y las limitaciones de su equipo de trabajo hacen evidente del fracaso en los temas que prometió resolver en un plazo muy corto que ya se cumplió.

A la mitad de su mandato, tuvo que hacerse acompañar de la figura de Benito Juárez, en el recinto donde vivió y murió el Benemérito y donde parece que le gustaría que todo fuera diferente y pasara a la historia como el mejor mandatario que no es ni será.

Apeló a la voluntad popular, pero también misteriosamente “a la ciencia y al creador”, para cumplir con la segunda parte de su fallida administración. ¿Está enfermo y no lo sabemos? ¿O le ganó la desazón porque finalmente gobernar no fue tan sencillo al contrario de lo que declaró alguna vez? Cualquiera que fueran las respuestas parece que poco a poco cede aquella soberbia de un Andrés Manuel López Obrador que prometió acabar con la corrupción, crecer económicamente como nunca, abatir la incontenible violencia criminal, disminuir la lacerante pobreza mexicana y gozar de un sistema de salud equivalente al de los países escandinavos.

En todo caso, hizo un esfuerzo por acomodar datos disponibles o francamente inventar cifras inexistentes, para convencernos de su eterno “vamos bien”. Poca autocrítica, acaso para apenas reconocer que los resultados en su política de seguridad pública son exiguos, y mucha palabrería para inventarse récords históricos resultantes supuestos de políticas públicas emprendidas por la mal llamada Cuarta Transformación.

En lo que quiso presentar como el cenit de su mensaje a la Nación, el mandatario enumeró 7 de esas plusmarcas de su gobierno. Independientemente de lo cuestionable de los números, solo 2 de esas 7 pueden relacionarse con los deberes del gobernante.

Es cierto el récord de remesas, pero falso que ello refleje prosperidad o buena conducción económica. Al contrario, los paisanos mexicanos que viven en Estados Unidos fueron beneficiarios de apoyos del gobierno norteamericano. Lo que son las cosas. Él siempre criticó el crecimiento de envíos de dinero desde el norte cuando era opositor.

También es verdad que se ha incrementado el salario mínimo en México, lo que pudiera concederse como meritorio, pero éste ha sido rápidamente afectado por una inflación que tampoco es culpa presidencial, pero que revela que la política económica no es cuestión de blancos y negros sino de interminables matices de grises.

Dice AMLO que no hay devaluación, aunque la paridad cambiaria sea sujeta a un libre mercado que ha depreciado muchísimo al peso en algunos momentos de los meses y años pasados, y que se ha revaluado por condiciones inherentes a los mercados internacionales y a la fortaleza del dólar.

La figura de Juárez detrás del actual presidente pareció hacer una mueca cuando volvió a mentir con el cuento de que la deuda mexicana no ha aumentado. Ahí están las cifras oficiales de su propia Secretaría de Hacienda y Crédito Público que lo desmienten escandalosamente y que agregan al embuste datos de salida de capitales por falta de confianza en este gobierno.

Presumir el récord del Índice de Precios y Cotizaciones de la Bolsa Mexicana de Valores me pareció una divertida broma de quien desprecia al capital y sus especuladores, los “machuchones” del dinero, justo en un día que la bolsa cayó 2 por ciento en una sola jornada.

Y finalmente, al decir orondo que tenemos la mayor reserva internacional de divisas en la historia, invade un ámbito afortunadamente autónomo que le corresponde al Banco de México, institución a la que por cierto ha presionado para que le entregue recursos remanentes o aún parte de las mismas reservas para financiar su desenfrenado y desordenado gasto social.

Así nos dejó Andrés Manuel López Obrador, sin hablar del desabasto de medicamentos, del aumento en el número de pobres o de la desastrosa gestión de la pandemia y sus 500 mil muertos; sin reconfortar a los deudos y sin reconocer que el rebote económico de 2020 no dará inercia al PIB a partir de 2021 por lo que éste será un sexenio perdido.

Lo suyo lo suyo, es la campaña política: para presumirnos luego la ratificación de su mandato e imponer a su sucesora. Pero nada más.

 

*Periodista, comunicador y publirrelacionista.

@AlexRdgz

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