Tú y yo somos uno mismo oh, oh, oh

Rubén Cortés.

Con Estados Unidos atado sin remedio a México para que le cuide la frontera, el frente populista continental (13 senadores del PAN le llaman “comunista”, pero aquí los hicieron polvo por decir esa palabra) puso sus cartas sobre la mesa, sin complejos:

–El presidente trajo a la fiesta patria al jefe del Partido Comunista de Cuba, que apenas el 11 de julio llamó a la guerra civil en la isla para defender el sistema de partido único.

–Michelle Bachelet, que hizo un informe de la ONU sobre crímenes de lesa humanidad de Maduro y su cúpula militar, ahora exige, empero, que no sancionen al dictador por su informe.

–Maduro reventó las negociaciones con la oposición en México, pidiendo cárcel para su principal opositor, y exigiendo incluir en la mesa a su testaferro, que está siendo extraditado a Estados Unidos.

–El dictador Daniel Ortega emitió orden de captura contra el escritor Sergio Ramírez, y mantiene en la cárcel a todos los candidatos de oposición a las próximas elecciones presidenciales.

–El presidente Bukele llegó al poder en El salvador por la vía democrática, pero concentró todo el poder por la vía autoritaria, y acaba de obligar a su Corte a aceptar que se reelija.

Todos (también Evo Morales, en Bolivia) siguen la escuela comunista cubana de aplastar sin miramientos, sabiendo que los demócratas se deshacen solos en su pasión por la corrección política, que los lleva a dividirse en grupitos que se piden la cabeza.

Luego los populistas (oh, no les digas “comunistas” porque eso es un fantasma del pasado), desde la concentración total del poder y sin instituciones autónomas, negocian con esos grupitos, como Maduro ahora con la oposición venezolana: humillándolos.

Kissinger lo entendió cuando, en 1975, acordó con los cubanos derogar en la OEA todas las sanciones de 1964 contra Cuba, a cambio de que Cuba cesara de exportar el comunismo en el continente. Pero, con todo listo, los cubanos invadieron Angola.

“Es imposible negociar con ellos”, recordó después Kissinger, “porque exigen desde el principio 90 por ciento de lo que quieren conseguir”. Es lo que ordenó, ahora, Raúl Castro a Maduro que hiciera en las negociaciones con la oposición: reventarlas. 

Porque así funciona el populismo (pero, no le digas “comunismo”, pues eso es un fantasma del pasado), en el poder: sólo mantiene cierta oposición para retozar con ella, regalarle embajadas, algún puesto, y poder hacer elecciones controladas.

Y los opositores más firmes, tienen de dos sopas: cárcel o exilio. La mayoría se decide por la capital de la clase media latinoamericana, Miami, donde se instalan a llorar sus penas, mientras oyen cantar los gallos.

Eso trajo el barco en 2018. 

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