Marissa Rivera

Marissa Rivera.

Un tema que pocos tratan y del que pocos hablan es la salud mental. 

Un enemigo silencioso que afecta a muchos y que ahora con la pandemia por Covid-19, aumentó los desórdenes emocionales en las personas. 

Asunto que han subestimado gobiernos y sociedades, no solo en México, en casi todo el mundo. 

En nuestro país se destinan pocos, muy pocos recursos para su atención, a pesar de ser, según la Organización Mundial de la Salud, un verdadero reto para la humanidad.  

Los trastornos mentales se han disparado de manera importante en las últimas décadas.  

Antes del Covid, la depresión era considerada como la pandemia del siglo XXI. Pero la emergencia sanitaria provocó en la sociedad momentos complicados en su salud mental.  

Las situaciones que familias han enfrentado por la pandemia acentuó las crisis emocionales en millones de mexicanos. 

Por la muerte de familiares y amigos, la pérdida de empleo, el encierro, la falta de recursos para atenderse, las secuelas del Covid, la pérdida del patrimonio y muchas razones más.   

A esos desequilibrios emocionales, se sumaron casos de depresión, ansiedad, estrés postraumático y otros trastornos psicológicos. 

Y con ellos, aumentaron los suicidios.   

Hace unas semanas la Organización Panamericana de la Salud advirtió que la pandemia por Covid-19 ha exacerbado los factores de riesgo asociados con las conductas suicidas. 

Una de las poblaciones más afectadas son los niños y los adolescentes. 

¿Por qué se suicidan los jóvenes? ¿Qué los lleva a quitarse la vida, cuando apenas la están iniciando? ¿Qué estamos haciendo mal los adultos, la sociedad, los gobiernos? ¿No les estamos dando condiciones que les garanticen una vida saludable y plena? 

Expertos en el tema han advertido que no se ha reconocido la importancia que merece a la salud mental de los niños y adolescentes.  

No se habla con ellos de sus emociones, no se les escucha, no se les ponen límites y se les juzga demás. Súmele que son muy pocos los que reciben atención de profesionales cuando la requieren. 

Por estos motivos y por la pertinencia del tema, recomiendo la serie documental “AL LIMITE… entre la vida y la muerte”, un trabajo producido por Canal 14 y dirigido por la periodista Edith Gómez.   

Historias reales, historias conmovedoras: Daira, Irvin, Brenda, Luis Iván, Rosa, Camila y Dulce, jóvenes mexicanos que sobrevivieron al suicidio. 

Siempre hay señales, si las queremos ver.  

A los adolescentes y jóvenes hay que hacerles caso, hablar con ellos, atender y entender sus miradas, escuchar sus silencios, observar sus cambios, saber quiénes son sus amistades y estar siempre en comunicación. 

Esa puede ser la diferencia para no correr el riesgo de llegar a consecuencias terribles, coinciden, los testimonios de las valientes madres. 

El suicidio es la causa de una de cada 100 muertes en el mundo (OPS), incluso mueren más personas por suicidio que por VIH o cáncer de mama. 

Durante la pandemia, por ejemplo, la Ciudad de México rebasó la cifra de suicidios en los últimos 21 años. Según el INEGI en 2018 hubo 227 casos y en 2020 la cifra se duplicó a 450.  

En el país, durante el confinamiento, aumentó casi un 40 por ciento el suicidio entre niños de 10 a 14 años y en un 12 por ciento entre la población de 15 a 19 años.   

El suicidio es la segunda causa de muerte en la población adolescente. 

¿Cuáles serán las consecuencias en la salud mental de adolescentes y adultos, cuando todo esto pase? 

Ojalá que los gobiernos no sigan desdeñando la salud mental.  

La prevención es esencial, pero para ello se necesitan recursos. 

Atender las enfermedades mentales que la pandemia multiplicó merece una atención especial sobre todo en los adolescentes. 

No permitamos que una pandemia que podemos evitar resulte peor que la irrumpió nuestras vidas.  

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