Por. Patricia Betaza
Dos voces expertas dan oxígeno y esperanza a la humanidad: en un año se podría recuperar la vida normal en el mundo. La primera fue la de María Neira, directora de Salud Pública de la Organización Mundial de la Salud, quien hace unos días pronosticó que esa normalidad podría alcanzarse en marzo del 2022. La segunda fue la de Albert Boula, consejero delegado de la farmacéutica Pfizer, quien en declaraciones hechas a un medio estadounidense este domingo, habló de un año, es decir, hasta septiembre del 2022.
Hay, como vemos, una diferencia de seis meses en el mismo año, todavía seis meses después de marzo del próximo año, para suponer un control contra COVID-19. Pero al menos establecen un año específico. Ambos tienen una coincidencia importante: este control de la pandemia y esa normalización de la vida podría alcanzarse si la vacunación avanza. Si continúa el ritmo de vacunación.
Otra coincidencia: eso no significa que no vaya a haber nuevas variantes del SARS-CoV-2. Pero con la inmunización, se permitirá controlar la propagación del virus. Coinciden también -con otros expertos- en que es muy posible que haya que vacunarse anualmente. Es decir, que los gobiernos del planeta tendrán que adoptar planes o esquemas de vacunación contra COVID-19.
Hay que tomar en cuenta que el ritmo de vacunación es muy diferente en cada uno de los países. No es el mismo ritmo en Estados Unidos que en México ni que en algún país de África. Los países más pobres están batallando por obtener vacunas de las principales farmacéuticas. La disponibilidad no es pareja. Para la experta de la OMS una tercera dosis se puede posponer, mientras no se haya avanzado en la primera o segunda dosis. ¿Habrá alguna estrategia mundial al respecto?
Por lo pronto para Neira, lo importante es aprender las lecciones de la pandemia: cambiar el estilo de vida. Además de la necesaria vacunación, habrá que continuar con la sana distancia, el uso de cubrebocas y tratar de continuar las actividades en espacios ventilados.
Veremos cómo evolucionan las cosas, pero escuchar de una fecha de control de COVID-19 ya es motivo de cierta tranquilidad. Y digo cierta porque habrá también que enfrentar sus otras consecuencias: el aumento de las enfermedades mentales, las secuelas en el organismo tras padecer la enfermedad y también por si fuera poco, los altos índices de obesidad. Más nos vale ser optimistas.
