La era Merkel un rompecabezas transferencial

Boris Berenzon Gorn

Boris Berenzon Gorn.

“Hay una línea roja que no debemos cruzar.

Es un compromiso con los derechos humanos,

el respeto a la dignidad del ser humano”.

Angela Merkel

 

Cuando depositamos en una persona amores, odios, intereses y pasiones entre otras pulsiones, las apostamos en un sujeto que encarnara todos esos sentimientos; a eso se llama transferencia según la tradición psicoanalítica, hay que decir por cierto que es un amor verdadero. ¿Amor y verdad? Angela Merkel se puede ir… la transferencia se queda y flotara por los aires de la política el tiempo que sea necesario hasta diluirse o idealizarse.

El largo periodo de Angela Merkel como canciller de Alemania se acerca a su fin. Tras anunciar que, por decisión propia, no se presentaría a las elecciones de este 2021, la incertidumbre y las múltiples y dispares predicciones no se hicieron esperar. Durante dieciséis años, Merkel se erigió como una líder firme y popular no sólo en su país, sino en Europa entera y (¿cómo negarlo?) en el mundo mismo. Hoy, la era Merkel llega a su ocaso y es inevitable que el llamado viejo continente sienta en lo más hondo la pérdida de un mando coherente, razonable, consecuente y ético como pocos se dan en el planeta.

Durante casi dos décadas, Merkel alcanzó lo que la mayoría de los políticos no pueden sostener en unos cuantos años: niveles sumamente elevados de popularidad y la capacidad de crear consensos dentro y fuera de las fronteras alemanas. La canciller nunca se caracterizó por encender a las masas de forma fervorosa y pasional; sin embargo, siempre logró despertar en los votantes la suficiente confianza y efusiones para poner en ella reiteradamente el timón del país. Curiosamente, esta falta de vehemencia masiva parece también haber jugado en su favor, pues impidió que las fuerzas ultraderechistas encontraran terreno fértil para sembrar el odio y la división.

La aún canciller es una líder inusual por múltiples motivos; lo mucho que ha durado su aprobación y la forma en que prescindió del ya mencionado fervor masivo son solo algunas de ellas. El origen de Merkel es sin duda otro aspecto destacable que la hace tan peculiar en el panorama político internacional. Formada en el área de la física, sus detractores podrían haber pensado que una suerte de falta de “oficio político” jugaría en su contra. Sin embargo, la canciller parece haber encontrado en este aspecto una fortaleza más, pues la rectitud y la firmeza propias de estas ciencias la llevaron por una ruta de pragmatismo de la que muchos se desvían equivocadamente.

Merkel le dio a su país, a Europa y al mundo un liderazgo sensato cuando el panorama se tornó disparatado a niveles irracionales. Cuando el país autonombrado líder del mundo libre, los Estados Unidos Americanos, colocó a su mando al magnate Donald Trump, con sus diarios berrinches y destrozos en temas de política internacional, la única líder con el tamaño, el poder, y la autoridad suficientes para equilibrar las balanzas era Angela Merkel, cuya templanza era tal que nunca se dobló ni perdió el foco frente a los desbarajustes del republicano.

Hoy, Angela Merkel deja su papel como canciller y cierra así una era entera, después de la cual el destino se alza como una gran interrogante. Las elecciones donde se jugaba la sucesión se han celebrado ya y la realidad es que el panorama no se ha aclarado mucho. La Unión Demócrata Cristiana (CDU, por sus siglas en alemán) sufrió un desplome histórico en los comicios, mientras que el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD, por la misma razón) se llevó la mayor parte de los votos, quedando en primer lugar con miras a un gobierno de coalición, cuya conformación podría tomar semanas.

La gran pérdida del partido de Merkel demuestra que la popularidad de la canciller se debía a su propia figura y a la transferencia que evoca reflejada en todas sus acciones. Es decir, aunque en definitiva había un apoyo proveniente de la institución política, no cabe duda de que ella era celebrada por sus propios méritos. Méritos que los votantes consideran de forma independiente de su partido. Hablamos entonces de un apoyo que no era incondicional, sino que tuvo que ser ganado por Merkel con base en aciertos y consensos que ella misma generó.

Quizás la mayor lección que dan estos resultados es que la popularidad no es transferible. Merkel era aprobada y apreciada por la ciudadanía, en una medida que no es igual para la CDU. Confiar en que el aura de una líder llevaría a la victoria a una institución política completa no fue suficiente. No cabe duda de que alrededor del mundo habrá muchas barbas por remojar frente a este panorama.  Angela Merkel deja al mundo un rompecabezas transferencial que hay que meditar.

 

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En “Habla Gabo”. Revista Semana, mayo de 1985.

 

 

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