Mismos disparates, momentos distintos

Por. José C. Serrano

José Agustín Ramírez Gómez (José Agustín), Acapulco, Guerrero, 1944. Escritor y ensayista con reconocimiento internacional. Estudió letras clásicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), dirección en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC) y composición dramática en el entonces Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).

La obra de José Agustín es vasta: La tumba, 1964; De perfil, 1966; Se está haciendo tarde, 1973; El rey se acerca a su templo, 1977; Ciudades desiertas, 1982; Cerca del fuego, 1986; En la panza del Tepozteco, 1992; Dos horas de sol,1994; Vida con mi viuda, 2004; Armablanca, 2006. En 1990 publicó el primer tomo de Tragicomedia mexicana: La vida en México de 1940-1970; en 1992 sale a la luz pública Tragicomedia mexicana 2: La vida en México de 1970-1988.

Es un trabajo bien documentado que, en una forma ágil describe la inconformidad política, económica y cultural de la época; echa una mirada a los espléndidos villanos que fueron (y siguen siendo) los narcotraficantes; no se creía tanto en las Iglesias ni en el gobierno, mucho menos en la policía, pero tampoco en los comerciantes e industriales arropados por el todopoderoso presidencialismo. El autor pone al descubierto el deterioro del sistema, el dispendio de recursos y la corrupción.

1970-1976 es el período en el que el abogado Luis Echeverría Álvarez (LEA) gobernó este país, quien desde su campaña en la que contendió por la Presidencia de la República adoptó el lema: ¡Arriba y adelante!

Para la toma de posesión de LEA (1 de diciembre de 1970) se eligió el Auditorio Nacional de la Ciudad de México. La ceremonia pretendía simbolizar una suerte de “ruptura y continuidad”, así es que fueron invitados cuatro viejos indios, que representaban la reorientación del sistema, pero también estuvieron allí María Félix, “ataviada con fabuloso abrigo de leopardo”, Henry Ford y la usual cargada de funcionarios, periodistas y colados.

En su mensaje, el flamante mandatario dejó clara su voluntad de distanciarse de la administración anterior y reiteró los temas de campaña: acercamiento a los jóvenes, diálogo, apertura, crítica y autocrítica. La llegada de los jóvenes al echeverriato acuñó un término nuevo: la efebocracia; entre los más conocidos estaban Fausto Zapata, Juan José Bremer, Francisco Javier Alejo, Carlos Biebrich, Ignacio Ovalle y Porfirio Muñoz Ledo.

LEA intentó emular la práctica política del expresidente Lázaro Cárdenas y, en su discurso delirante, proclamó la “segunda etapa de la reforma agraria” (algo así como la 4T). En teoría se trataba no sólo de usar guayaberas, sino combatir la idea de que el ejido era un fracaso. Se planeaba aumentar la producción de los ejidos, colectivizarlos para lograr el autoabasto de productos agrícolas y, con ello, detener la catarata de importaciones.

Del matrimonio formado por Luis Echeverría Álvarez y María Esther Zuno Arce, nacieron ocho hijos: Luis Vicente, María del Carmen, Álvaro, María Esther, Rodolfo, Pablo, Benito y Adolfo. Esa familia tan numerosa dio origen a que el ingenio popular llamara a la mansión “la casa de la risa”.

A la señora María Esther Zuno le gustaba ir a las recepciones con trajes típicos y ordenar que a los invitados les llevaran a la mesa platillos mexicanos acompañados de aguas frescas de frutas. Nada de bebidas alcohólicas.

Con estos disparates se pretendía ocultar un manejo financiero desastroso, de tal suerte que el 31 de agosto de 1976 se anunció que la paridad del peso frente al dólar se dejaría flotante, lo que provocó una devaluación de la moneda mexicana, que de $12.50 pasó a $22.00 por la divisa estadunidense.

De vuelta al presente, el miércoles 29 de septiembre, en medios de circulación nacional se publicó una fotografía en la que el presidente López Obrador toma por la muñeca el brazo derecho de Claudia Sheinbaum y lo levanta; la mandataria de la Ciudad de México levanta el brazo izquierdo; ambos índices parecen expresar el lema de LEA. ¡Arriba y adelante! En otro ángulo de la foto, el presidente apunta con el índice de la mano derecha a la jefa de gobierno. Esa señal parece indicar: ¡No se hagan bolas, la buena es Claudia!, parafraseando al clásico.

 

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