Raúl Flores Martínez.
Hace un par de semanas, Guanajuato y Puebla, fueron los estados donde se dieron unos ataques a civiles con explosivos, algo que estremeció a los ciudadanos, debido a que por lo menos en Guanajuato hubo muertos y heridos; sin embargo, los ataques con explosivos del crimen organizado contra mandos de seguridad pública y la sociedad, no son recientes en México.
Explosivos como el C-4 hasta bombas molotov elaboradas con gasolina, gas butano, pólvora, balines, son parte del arsenal que se ha utilizado para generar miedo y muerte en la última década en distintos estados del país.
El primer registro de un autobomba, se tiene en septiembre de 1992 en Sinaloa con un auto con dinamita. En enero de 1994 después del levantamiento Zapatista en Chiapas, dos autos fueron estallados.
El 6 de noviembre de 2006, con la detonación de 3 artefactos explosivos en la sede nacional del PRI, Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y una sucursal bancaria. Estas explosiones solo ocasionaron daños materiales.
Cómo lo hemos mencionado, los ataques con explosivos del crimen organizado contra mandos de seguridad pública y la sociedad, no son recientes en México. Explosivos como el C-4 hasta bombas molotov elaboradas con gasolina, gas butano, pólvora, balines, son parte del arsenal que se ha utilizado para generar miedo y muerte en la última década en distintos estados del país.
Al viejo estilo colombiano, el 15 de febrero de 2008, un artefacto explosivo detonó en la avenida Chapultepec a un costado de la Glorieta de Insurgentes a pocos metros de la sede de la Secretaría de Seguridad Pública.
El objetivo de este atentado donde se utilizó un explosivo militar conocido como C-4, era el entonces jefe regional de la policía capitalina, Julio César Sánchez Amaya, Juan Manuel Meza Campos, alias “El Pipen”, por órdenes de Jesús Reynaldo Zambada García, alias El Rey o El Patrón, integrante del cártel del Pacífico, es quién pondría la bomba artesanal en el auto del mando policiaco.
Siete meses después, el 15 de septiembre del mismo año, tres granadas fueron detonadas en Morelia, Michoacán. Dos en las inmediaciones del palacio de gobierno durante la festividad del grito de la Independencia de México. El saldo oficial fue de 8 personas que perdieron la vida por las esquirlas y 132 heridos.
Otra granada fue detonada en la salida a Salamanca, Guanajuato. Hasta este día, no se sabe si el atentado fue orquestado por la organización criminal de Los Zetas o La Familia Michoacana.
Por otra parte, el 15 de julio de 2010 en plena lucha contra el crimen organizado, un autobomba detonó en pleno centro de Ciudad Juárez, Chihuahua. Cuatro víctimas perdieron la vida, entre ellos un policía federal.
Durante las investigaciones, se detuvieron a cinco jóvenes que fueron golpeados, torturados y acusados de narcoterrorismo.
El 29 de julio de 2011 en un operativo coordinado entre elementos de seguridad pública estatal de Chihuahua y Policía Federal detuvieron a José Antonio Acosta Hernández, líder de La Línea brazo armado del Cártel de Juárez, quien tenía en su haber más de mil 500 homicidios, la masacre de Villas de Salvarcar y la explosión del coche bomba.
Los sucesos más recientes son los del 8 de marzo de 2020, donde un coche bomba explotó frente al cuartel de la Guardia Nacional en el municipio de Celaya, Guanajuato. El saldo de este atentado fue dos elementos de la Guardia Nacional heridos.
De acuerdo con las investigaciones el Cartel Jalisco Nueva Generación fue los causantes de este atentado, estos ataques con explosivos son parte de la historia de los grupos criminales y algunos grupos subversivos que utilizan elaborados artefactos explosivos o caseros para generar miedo a la sociedad mexicana.
A estos hechos se le llaman sucesos aislados; sin embargo, están tipificados bajo el delito de terrorismo, una palabra que le da miedo pronunciar a las autoridades, algo que debe de castigarse con esa misma fuerza de la palabra.
