Ifigenia Martínez: Un sentido de la república

Boris Berenzon Gorn

Boris Berenzon Gorn.

La entrega de la Medalla de Honor Belisario Domínguez de este año desató una polvareda de politiquería de la que hace falta desprenderse. Este 2021, el Senado de la República ha decidido condecorar a una de las mujeres más importantes en el desarrollo de la democracia del país y eso es mucho más importante que la agenda que paralelamente busque impulsar uno u otro grupo político. La presea es entregada esta semana a la economista, diplomática y política Ifigenia Martínez, una mujer que ha luchado contra la desigualdad, la pobreza y el autoritarismo, contribuyendo a la construcción de los valores e ideales que hoy cimientan a nuestra nación.

La figura de Ifigenia Martínez destaca en la historia moderna de México por su notable participación en los ámbitos político, diplomático y académico. Aunque el relato ha sido contado sin ella —o mencionando su participación apenas por encima—, lo cierto es que la hoy Senadora ha marcado una huella profunda en el desarrollo del país. Además de una férrea lucha contra la desigualdad y la pobreza, Martínez ha sido una economista destacada, hecho que se hizo manifiestó al convertirse en la primera mujer mexicana en obtener una Maestría en Economía en la Universidad de Harvard, un hito que marcaría una carrera destacada por sus batallas en favor de la gente.

La política y economista es mucho más conocida por ser parte de los grandes hitos que forjaron la democracia nacional. Formando en un principio parte del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Martínez se inconformó con los mecanismos de esta institución, que permanecían atados en un pasado rancio y autoritario que urgía cambiar. La nostalgia hacia el sistema anquilosado impedía a este cuerpo político seguir los nuevos rumbos que el país necesitaba; no así algunos destacados integrantes, quienes formaron en su interior la Corriente Democrática.

Esa Corriente sería la semilla que generaría un cambio radical para el sistema político mexicano, aunque en su tiempo no pareciera más que un grupo de revoltosos enojados por no haber sido tocados por las generosas manos de los líderes. Lo cierto es que esta rebeldía generaría una ruptura irreparable, dando paso a una escisión de la que nacería el Partido de la Revolución Democrática (PRD). Este partido, fundado, entre otros, por Ifigenia Martínez, impulsó distintos cambios democráticos e incluso en favor de los derechos humanos que fueron de suma trascendencia para México, aunque hoy han bifurcado sus caminos.

Para Julio Labastida Martín del Campo, fueron tres grietas por las que se coló lo que pudo haber sido la gran crisis democrática de 1997. La primera fue que el PRD se ganó su papel de “interlocutor válido”. Su fuerza y las condiciones fueron tales que el entonces presidente Carlos Salinas se vio orillado a dialogar con él, en vez de seguir las tradicionales y sofocantes prácticas represivas. En este diálogo, el político buscaba una legitimación para sus reformas y el régimen completo. Las otras dos grietas fueron la aprobación, por primera vez unánime, de reformas constitucionales, y el hecho de que el PRI se convirtiera en una primera minoría dentro del Poder Legislativo, haciendo necesarios nuevos mecanismos de negociación y legitimación.

Un actor fundamental de este proceso, Liébano Sáenz —quien me ha enseñado muchas cosas de la política como una profesión y es que no puede entenderse de otra forma; más allá de las posiciones divergentes que podemos tener o no, sabiendo que entre nosotros siempre priva la astucia, el humor, el respeto y una profunda amistad—, tuvo a bien contarme alguna vez que Ifigenia Martínez había sido el corazón genuinamente democrático que apaciguó los ánimos avasalladores de propios y extraños en esa época turbulenta. Y es que quizás haya sido la única en notar que en estas décadas lo que se estaba gestando era la democracia mexicana, y que los intereses de los grupos políticos y facticos debían pasar a segundo plano poniendo por encima los intereses de la nación.

Liébano no encontró entonces en Porfirio Muñoz Ledo ninguna arista para operar dicha conformación: era un todo o nada. Pero la maestra Ifigenia atendió y entendió que la ruta era una negociación justa cuya ganancia sería la democracia. Así la recuerda Liébano, sensata y propositiva, serena y firme, pero constructiva. Se trataba de impulsar la ruta más exacta para la democracia desde la pericia política y la claridad del momento que se vivía para evitar una crisis constitucional, como se puede ver en los diarios de debates.

Desde una perspectiva congruente y sensata, Ifigenia también ha impulsado la igualdad de género y el combate a la pobreza a través de la política fiscal. En términos electorales, destacó por ocupar cargos relevantes, en victorias históricas, como el escaño en el Senado que consiguió convirtiéndose en la primera legisladora electa para esta Cámara por el Distrito Federal desde un partido de oposición. Sin embargo, su lucha ha sido mucho más sigilosa, mucho menos ansiosa de los reflectores, pero no por eso menos asertiva y contundente.

Años atrás la vida me acerco a la maestra por la amistad que existe con Don Antonio Tenorio Adame y sus hijos, Tenorio Adame me habló del magnífico humor de doña Ifigenia y de la gran conversadora que era profunda lúdica e incisiva. Recientemente, los caminos me han permitido conocer más vértices de cercanos a la maestra, y las voces son encuentros que no divergen. Francisco Estrada lo sintetiza con precisión: en la maestra hay coherencia y escucha para actuar, Estrada no duda en decir que ella y Don Antonio Ortiz Mena son los grandes economistas del siglo pasado mexicano.

Se condecora a una grande de la historia moderna en México, una mujer que sin lugar a dudas ha dejado ya su marca en el curso de la nación al mismo tiempo que un sentido de la república.

 

Manchamanteles

En su artículo “Sector Energético: Palanca del Sector Nacional”, Ifigenia Martínez destaca los que en su opinión son los tres fundamentos para la construcción de una base estratégica, económica y de seguridad, para la industria eléctrica y de

hidrocarburos en México. Estos son: la necesidad de ampliar la base productiva de la industria, retomando el crecimiento del PIB; la necesidad de un uso racional y sustentable que permita fortalecer a la industria y prever cuáles serán las alternativas del futuro; y lo imperioso que resulta hoy reconocer un escenario dominado por el control oligopólico del mercado mundial del petróleo y la energía. Fundamentos que, sin duda, habrá que voltear a ver en el contexto nacional.

 

Narciso el Obsceno

La oruga sonrió. Era la elegida. No sabía para qué, pero su narcisismo se conformó con saberse seleccionada, la hormiga más reflexiva se sintió aliviada de controlar su devenir.

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