Raúl Flores Martínez.

En la lucha contra el crimen organizado, no hay cifras oficiales de cuántos menores hay dentro del crimen organizado, se habla de más de 30 mil, también se habla de que las organizaciones criminales, cómo el Cártel del Pacífico, Noreste, Zetas, Golfo, Familia Michoacana y Jalisco Nueva Generación, son las que tienen el mayor número de menores de edad reclutados.

Los factores que utilizan los delincuentes para atraer a menores de edad, son el familiar, psicológico, educativo, social y cultural; además de la llamada narcocultura, a esto se le agrega que las leyes mexicanas, no castigan con severidad a los menores de edad, a pesar de que estos cometan los más cruentos asesinatos.

Hay una historia que llama la atención, es la historia de Vania, claro ejemplo del poder corruptor del crimen organizado, con un historial delictivo de robo de vehículo a los 12 años, fue reclutada por la Familia Michoacana para hacer labores de halconeo, a los 13 años se convirtió en sicaria de este grupo criminal en la zona sur del estado de México.

De acuerdo con su testimonio tomado por la organización Reinserta en un penal del Estado de México, Vania se dedicaba al secuestro y levantar a los contras para ejecutarlos, por lo cual recibía un pago de 15 mil pesos quincenales; es decir, le pagaban mil pesos por esas actividades ilícitas, dinero que invertía en ropa y drogas.

“Me dedicaba, principalmente, a secuestrar, halconear, cobrar cuotas y contar dinero, pero hubo un momento en el que mi vida dio otro vuelco, cuando maté por primera vez, de ahí supe que no había vuelta atrás. También vi cómo descuartizaban a la víctima, ese trabajo no lo hice yo, lo hizo una señora del mismo cártel que ya llevaba tiempo destazando gente. Recuerdo que me senté en una silla, viendo el cuchillo cortar brazos y piernas, yo estaba como hipnotizada, sentí curiosidad, me dieron ganas de hacerlo”

Una curiosidad que se quitó con un ex novio, que en estado etílico y bajo el influjo de las drogas, la quiso ahorcar con un alambre, cómo puedo pudo logró zafarse de su agresor que pagó caro su osadía con su cabeza; es decir, Vania lo degolló con los pedazos de una botella de Caguama, sin antes propinarle una golpiza.

“Cómo que no me bastó su putiza y había un vidrio de caguama y se lo enterré en la arteria, de aquí del cogote. Pues se desangró y te digo que neta, estaba tan enojada, o sea… que, pues le corté toda la cabeza con el vidrio, con el vidrio le corté toda la cabeza, se la volé a chingar a su madre. Todo, todo, lo degollé pa’ pronto”. Era mucho mi coraje, pero ya me reía, pues agarré la cabeza, lo tenía de las orejas y le dije que eso le pasaba por pasarse de verga conmigo… y ya, les dije que subieran a lo de arriba, era una azotea y había una varilla, la clavé, pues ya le empecé a quitar la piel, los ojos, le rompí la mandíbula, rompí el cráneo, le saqué el cerebro y así se quedó”.

Este testimonio, es solo uno de miles de niños que están dentro del crimen organizado, niñas, niños y jóvenes que por estar solos, sin una guía son contados por los criminales.

Historias que no se frenan con las becas del bienestar, con los 3 mil 200 pesos bimestrales, cuando a los niños sicarios, les pagan 30 mil pesos mensuales, 20 veces más de lo qué da el gobierno Federal.

Hay una gran competencia entre las organizaciones delictivas para tener menores de edad en sus filas, una cruenta competencia bajo el amparo de las autoridades que siguen invisibilizando a los niños con mejorales para la lucha contra el crimen organizado.

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