Carlos Arturo Baños Lemoine.
Me encuentro muy feliz, mis amigos, porque ayer me enteré de que el admirable maestro Enrique Bátiz ganó un juicio por daño moral. Obtuvo sentencia definitiva a su favor. La Jueza María de los Ángeles Reyes Castañeda condenó, por daño moral, al medio El Informante México S.A. de C.V. y a un par de personas físicas.
El error de dicha empresa periodística y de las personas referidas fue haber difamado al maestro Enrique Bátiz, propalando la acusación de “violador” que, sin prueba alguna, le hiciera una antigua colaboradora, una violinista suiza de nombre Silvia Crastan.
Sin ningún tipo de reserva ni de buen juicio, los hoy condenados por daño moral dieron por válida la historia de Silvia Crastan, y se sumaron al linchamiento mediático (redes sociales incluidas) que injustamente padeció el maestro Enrique Bátiz.
Al calor de la histeria colectiva generada por la mitología feminista a través de aberrantes mecanismos difamatorios, específicamente #MeToo y Time’s Up, en el 2018 la señora Crastan acusó al maestro Enrique Bátiz de haberla violado… ¡de haberla violado en 1996!
¿Qué pruebas presentó? Ninguna, porque la mitología feminista no necesita pruebas. A esta ideología irracional le basta con la consigna dogmática y totalitaria de “¡Yo sí te creo, hermana!”. Se trata de actos de fe; de actos de fanatismo religioso e inquisitorial.
Para infortunio de la violinista, el afamado músico y Director de Orquesta conservó documentos personales que demostraron la buena relación que existía entre el maestro y la violinista, al grado de que ésta no perdía ocasión para mostrar su amabilidad al músico mexicano y para manifestar su deseo de verlo, de convivir con él, incluso después de la supuesta violación.
Gracias a ello, el maestro Enrique Bátiz echó por tierra las falsas acusaciones en su contra y logró destruir las calumnias que atentaron contra su honor, al grado de ganar recientemente un pleito por daño moral.
¡Pero qué triste que el maestro Enrique Bátiz haya tenido que demostrar su inocencia cuando, se supone, que nuestra Constitución y nuestro sistema de justicia postula el principio de presunción de inocencia!
¿Vamos entendiendo, mis amigos, el gran daño que la mitología feminista le está haciendo a nuestro país, a nuestra sociedad, a nuestro sistema de justicia?
¿Vamos entendiendo, mis amigos, el efecto putrefactor que tiene la mitología feminista cuando ésta contamina, con su irracionalidad, el espacio público mexicano?
¿Vamos entendiendo, mis amigos, cómo la mitología feminista transgrede los principios más elementales de la Lógica, de la Ciencia y del Derecho Penal Moderno?
Me dio mucho gusto enterarme ayer del fallo que favorece al maestro Enrique Bátiz, músico al que admiro y al que he podido escuchar varias veces en vivo: la música clásica apacigua a la bestia que llevo dentro.
Pero más gusto me dio porque yo fui el único periodista en todo México que, sin ambages, salió en defensa del maestro Enrique Bátiz y no con una posición visceral, sino con elementales argumentos lógicos y jurídicos. Allí está mi artículo Enrique Bátiz y la “violada” buscona, del 19 de febrero de 2018:
¡Qué honor, qué privilegio, haber escrito un artículo en defensa de un hombre que admiro y que acaba de recibir la justicia que merece!
¡Felicidades, maestro Enrique Bátiz!
¡Y que nos quede claro, a todos nosotros, el gran daño que la mitología feminista le está haciendo a nuestro México!
¿Cuántos casos más hay como el del maestro Enrique Bátiz? ¿Y cuántos varones hay enfrentando proceso, o en la cárcel, con base sólo en la sórdida y mórbida frase “¡Yo sí te creo, hermana!”?
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Esta videocolumna de análisis, crítica y opinión es de autoría exclusiva de Carlos Arturo Baños Lemoine. Se escribe y publica al amparo de los artículos 6º y 7º de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Cualquier inconformidad canalícese a través de las autoridades jurisdiccionales correspondientes.
