Nuevas Letras Mexicanas: “Soy el manatí”

In Memoriam Elena Natividad Chávez

Por. Ah-Muán Iruegas

La literatura mexicana parece estarse expresando por medio de nuevas voces. Un ejemplo de ello, es el cuento titulado Soy el manatí, escrito por Ruth Miraceti Rojas, que comentaremos en los siguientes párrafos. El cuento fue premiado por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla en un reciente certamen.

El texto habla de una niña y sus infortunios, de los cuales nos dan cuenta las sucesivas remembranzas sobre su propio, breve pasado infantil. La niña afirma ser “como el manatí”, el cual se describe previamente como lento, grande y gordo. Sus infortunios están relacionados con los sufrimientos de quienes tienen problemas de alimentación u obesidad.

La narración recorre diversos momentos de la vida de la pequeña y le da mayor densidad, realismo y riqueza –aunque no muchos momentos de dicha- a la siempre idealizada vida de los niños.

El texto de esta joven escritora (33 años de edad) trata de algunos “nuevos temas” como la obesidad infantil. Lo cual era una preocupación prácticamente ausente en otras generaciones de escritores mexicanos, quizá porque no existía un problema de obesidad infantil en México.

La autora se considera a sí misma como escritora de cuentos fantásticos. Lo más fantástico de este cuento sería, a mi juicio, el título mismo: Soy el manatí. Y luego, la niña se convierte por momentos en un manatí y se observa “a sí misma” del otro lado del cristal de la pecera.

Sin embargo, la protagonista relativiza luego el “fantástico inicio”, pues lo primero que dice es “Soy COMO el manatí” (mayúsculas añadidas).

Ahora bien, el mismísimo Julio Cortázar llegó a decir: “No hago diferencia entre lo real y lo fantástico. Para mí, lo fantástico procede siempre de lo cotidiano”. En nuestro texto, sería menos lo fantástico y más “lo cotidiano”. Pero eso no demerita al relato en modo alguno.

El inicio del cuento está razonablemente bien logrado, pues la autora se las arregla para presentar en solo diez líneas el tema principal, revelar la identidad del narrador y dar voz a algunos personajes. Utiliza como recurso narrativo inicial una descripción “científica”, propia de un acuario, sobre el manatí o vaca marina.

Ese animal está en una pecera gigante (que pudiera ser una especie de microcosmos) y va nadando de aquí para allá y luego hacia un “fondo hondo y oscuro”, que parece caracterizar diversos momentos de la existencia del personaje principal.

Por su parte, hay subtemas con los que se relaciona este breve cuento, como lo es el problema de la discriminación.

De un asunto más bien mundano, alimenticio, propio no de los Quijotes sino de los Sanchos Panza de este mundo, la autora alude (sin nombrarlos) a cuestiones de calibre mayor.

El sufrimiento un tanto obsesivo de esta niña, quien no puede comer lo que apetece por prescripciones familiares y médicas, conduce a que el personaje central de la obra alcance momentos casi de drama, que a más de uno pueden hacer sentir un intenso pesar por la suerte de esta pobre “menor de edad”.

Sin que sean las del personaje, preocupaciones menores. Pues con agilidad en la narración, se encarnan en la historia de la “infanta” temas torales como los estereotipos y otro aún mayor, que a continuación abordamos.

El pequeño personaje plantea indirectamente, con sus cuitas, una faceta del problema de la libertad -así sea la libertad de comer lo que a uno le plazca-. Libertad negada a una pequeña niña, que expresa con sus pequeñas penas la problemática de cualquier persona.

Con su historia, la niña encarna esas ansias de libertad. Y no es difícil que el lector promedio, a raíz de la lectura de Soy el manatí, comience a meditar sobre los límites de su propia libertad.

Así, con sencillas escenas y preocupaciones infantiles, el texto comentado roza los linderos artísticos a partir de la universalidad de los pesares de este pequeño personaje.

No se sabe a fin de cuentas -aunque esto es ya una simple interpretación- si el manatí es el único que habita la gran pecera, o bien la niña está aprisionada “en otra pecera” por su entourage, o bien si todos en realidad transcurrimos nuestras vidas en “una gran pecera” que nos contiene o nos aprisiona.

La riqueza del texto, contrasta con la brevedad de la narración. Es interesante el manejo del tiempo, en tanto se aprecian varios saltos temporales, a pesar de la poca extensión de la obra. Lo cual indica una habilidad especial por parte de la autora.

El texto presenta ecos de otros escritores. Ciertos aspectos recuerdan a Cortázar en el relato titulado “Axólotl”. Tanta es la similitud, que el título del cuento reseñado es casi idéntico a una frase del primer párrafo del cuento de Cortázar: Ahora soy un axólotl (es decir, un ajolote).

La propia autora reconoce –a pregunta del autor de esta reseña- influencias en su obra tanto de Cortázar como de Borges, Bioy Casares y Rubem Fonseca. Además de muchos autores menos conocidos que no forman parte de lo que se conoce como el “canon de la literatura”.

De Cortázar también pudiera venir el recurso a las explicaciones científico-técnicas, (también presentes por ejemplo en el estilo de “Instrucciones para subir una escalera”), pues como se dijo, Soy el manatí inicia con una descripción científica o biológica del mamífero.

No estamos ante un cuento al estilo clásico, como los cuentos infantiles, pues el texto no tiene un desarrollo cronológico, sino presenta una suerte de “bucles”, o saltos y regresiones por la breve vida del personaje central.

En Soy el manatí se nos presenta no un retrato detallado pero sí un boceto, un dibujo de una niña que sufre.

Las profundidades del personaje, creo que las logra “atisbar con la nariz” el manatí del cuento. Son las profundidades del alma de la niña oprimida, que añora o sueña con ser un bonachón manatí, para ser libre al fin de comer como Dios le mande.

El personaje central es sumamente sencillo: se trata de la niña que sufre porque no la dejan saciar su hambre. Pero al estar ante un personaje tan poco complicado, sí se logra apreciar con relativa precisión en un cuento corto.

Un personaje complejo, no podría apreciarse en un texto tan breve, como el que ahora nos ocupa. De hecho, el personaje central de tal texto es tan sencillo… como si hubiera sido ideado por una niña.

Lo cual pudiera tenerse por un mérito adicional del relato.

Un elemento un tanto débil del cuento, paradójicamente, es la elección del tema principal. Pues aunque el punto de llegada del relato sea la discriminación o la libertad, el punto de partida del mismo acaso sea el hambre o el apetito… pero también puede serlo la simple gula. Pecaminoso asunto que no puede, sin dificultades, presentarse como el estandarte de una pequeña heroína.

En otros momentos, la niña no habla como tal, pues dice “Me veo bien. Me siento bien”. Pero así no hablan las niñas que he escuchado últimamente; así hablan, me parece, las señoras o señoritas…

No obstante, la efectividad de la narración, el tono, la voz infantil y el personaje que la autora logra presentarnos, son virtudes mayores que los pequeños defectos del cuento que aquí referimos. Pudiera incluso decirse, en una frase, que el texto es como “un extraño grito infantil por la libertad”.

Advierto a los lectores de Arsenal Diario Digital, que esta breve reseña tiene casi la misma extensión que el texto analizado, de sólo dos y media páginas. Lo cual parece ser una buena señal, pues al menos prueba que… hay mucho qué decir sobre este cuento.

La autora ha publicado cinco cuentos en una plaquette editada por el Gobierno del Estado de Puebla titulado “La fantástica y grotesca historia de Virginia Montemayor”, así como el cuento “Cerillita”, incluido en la Cuarta Antología de Escritoras Mexicanas.

En síntesis, el texto muestra a una cuentista con talento. Sin embargo, estamos claramente ante una obra de juventud y no una obra de madurez. Acaso se ha logrado mostrar todo aquello en esta breve reseña.

 

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