Las muertes del caudillo

Carlos J. Pérez García

Carlos J. Pérez García.

Un artículo de opinión puede ser muy distinto a otros; digamos: descriptivo, indeterminado, adjetivado o juzgador, profundo, superficial, neutral, militante o comprometido, seco, emotivo, afable, suave, fluido, bruñido… También, claro, varían las preferencias de quienes leen.

Las columnas en el periódico no se me dan en forma natural: me toma mucho tiempo y esfuerzo hacerlas y revisarlas (deshacerlas) una y otra vez. No hay aquí arte, sino tareas de artesano. Y, en ocasiones, para que sean menos planas o aburridas les agrego giros coloquiales o incluso un poco de ficción que atraiga al lector o le transmita algo de manera metafórica.

Podremos recordar que, en este espacio, el actual presidente ya ha muerto varias veces, o quedó incapacitado para gobernar a partir de serios problemas físicos o mentales. En su momento no habrán parecido buenos deseos, aunque fueran adelantos de una posible salida digna para él y el país al complicarse tanto su gobierno sin resultados ni perspectivas aceptables. Podría ser, me precisan, el corolario de la desintegración gradual de una persona cuya popularidad ya no compensa las enormes presiones.

Ahora cobra fuerza ese escenario no sólo por las noticias y dudas reales sobre su salud, sino también por la información inconsistente y su peculiar anuncio de un “testamento político”, que sería dado a conocer cuando muera. Mucho de ello nos confirma su mesianismo y megalomanía, su egocentrismo o desubicación mental, pero resumimos aquí otros ángulos de interés.

Dado que nuestra Constitución establece qué procede en caso de falta absoluta del presidente de la República, lo anterior se podría referir a “un pliego de mortaja” para sus partidarios en el gobierno, en la sociedad y en el Congreso de la Unión. Eso sí, tanto su movimiento como sus diputados tienen líderes tan cuestionados como Mario Delgado y Nacho Mier o Sergio Gutiérrez, lo que no augura nada bueno en esto o en reformas constitucionales.

Un legado o testamento nos recuerda los de Hitler, Mussolini, Franco o Perón en la derecha de corte fascista. Pero igual están los de una izquierda radical como Mao Zedong, Ho Chi Minh, Fidel Castro o Hugo Chávez. A la larga, se les complicó aquello de perpetuarse en el poder a través de sus ideas y casi nunca les resultaron sus sugerencias post mortem, incluso con virajes hacia rumbos muy distintos. Lo de Corea del Norte es diferente e implica un férreo control militar.

Especial interés tienen los casos de Alemania, Italia y España con renacimientos de la democracia, o los de China y Vietnam con economías capitalistas de mercado (neoliberales). Destacan grandes personalidades como el español Adolfo Suárez y el chino Deng Xiaoping, que hemos visto un poco en este espacio.

En México, fíjense, al no materializarse sus promesas buscarán renovar las esperanzas en torno a una figura mítica. En fin, ojalá que lo que viene… sea mejor para casi todos, incluido un caudillo nacional que, bien o mal, ya es parte de nuestra historia.

* HAY MUCHO TALENTO ENTRE los usuarios de redes que cuestionan al gobierno federal, aunque predominan diversas críticas, burlas, injurias, preguntas o sugerencias que tienden a concentrarse en la persona del mandatario y su entorno cercano. Los ataques o memes de tipo clasista, racista o superficial incluso lo hacen víctima y le dan popularidad entre sus partidarios más fieles y de menor escolaridad.

Se insiste en que es preferible dejar de verlo, de escucharlo, de platicar de él… El punto es que toda esa atención (crítica, análisis e insultos) sólo lo nutre más, y tenemos que “sacarlo del aire” (desinflarlo): es como el bully en la escuela o la colonia, que se fortalece cuando hablamos de él. Este escribano no ha coincidido y siempre se opuso a eso porque piensa que no se deben ignorar ni callar los grandes problemas del país, ni los costosos errores de los políticos.

Sin embargo, me plantean ahora elementos que facilitan aplicar esa “cláusula de exclusión”, pues se podrían seguir señalando las situaciones más graves y sus posibles soluciones, pero sin personalizar… sería como borrar el nombre, que se sobrentiende. Vale la pena ver cómo se puede armar e impulsar algo así, con la participación de medios de comunicación y organismos de la sociedad civil.

La clave, oigan, es reducir el enorme daño que causa a México una desmedida atención a su persona por tonterías y escándalos, que además distraen de lo importante.

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