Carlos J. Pérez García

Carlos J. Pérez García.

Con las simpatías desbordadas hacia la agredida Ucrania, Rusia acepta dialogar y negociar ya que ha mostrado capacidad para dañar y, ante todo, ha logrado posiciones que le facilitan extorsionar. Pero, ojo, debe darse cuenta de que el abuso supone límites y le podrá resultar muy costoso.

Estos días hemos leído y escuchado extraordinarios análisis en torno a Rusia, Ucrania o la sangrienta invasión de los rusos a partir del 24 de febrero. Numerosos son los factores que están detrás de todo ello, y en este espacio podemos emprender un sencillo recuento general.

El curtido y tortuoso Putin, también conocido como El Terrible, se pasa de lanza en sus afanes imperiales que, aunque compartidos por muchos de sus compatriotas, le producen un amplio y severo rechazo mundial e incluso dentro de su país. Al parecer no había calculado bien esta extensión e intensidad… lo que nos confirma que de ninguna manera le ha ido como deseaba.

Rusia se ha venido debilitando y ha caído en mayor corrupción, desigualdad e impunidad. Esto se ve representado por el ambicioso exespía de la agencia KGB, quien comete errores muy graves al no estar en posibilidad de sacar provecho de contrapesos o asesores desinteresados, lo cual va en contra de su sobrevivencia.

A su vez, Estados Unidos y la Unión Europea se han visto un tanto ingenuos, mientras que China aún calcula con frialdad y tratará de lucirse. Pronto veremos qué sucede y en verdad espero que signifique menos sangre, terror y dolor.

Fíjense, no dudo que haya países a los que esta guerra les pueda caer “como anillo al dedo”: un distractor o inclusive el culpable de varias de sus nuevas desgracias (en la actualidad, México exhibe claramente este tipo de tendencias). Sin embargo, acá se ha observado una evidente confusión entre el deseo de tener a Putin como alternativa a Biden, y el rechazo histórico a las invasiones.

Por aquí algunos estamos demasiado distraídos con cuestiones personales y familiares de un individuo… en medio del empeoramiento de casi todo. Se confirma entonces que ¡la peor política exterior, es la política interior!

Quizá sea envidia de la buena: resulta que Ucrania tiene un líder inspirador y centrado que anima y conduce la defensa de su país ante fuerzas muy superiores, con una bonita, solidaria e inteligente mujer a su lado. Pero acá, junto a la guerra por internet, llegó al menos la temporada de mango.

* RESALTAN AHORA LOS EMBATES de potencias a partir de históricos instintos imperiales: Rusia, Estados Unidos y la Unión Europea/la OTAN. Las pretensiones e intervenciones de éstos dan justificaciones a aquélla para entremeterse con relación a sus fines. Aunque haya sociedades que de ninguna manera merecen ciertos infortunios.

Nos referimos, oigan, a un país sumamente bello que parece haber cumplido ya su cuota de sufrimiento. Bello en sus paisajes, en sus construcciones y, más que nada, en su gente. No, no merece mucho de lo que le está pasando hoy, y en ello resulta bastante similar al caso de México.

La semana pasada les conté que, hace años, estuve un mes por allá en un balneario búlgaro a orillas del Mar Negro, cerca de Ucrania. Destacaba que me eran muy extraños el alfabeto, la comida y las costumbres con marcada influencia rusa (muchos hablaban el idioma), y que apenas podía ayudarme por medio de señas. Pero de éstas, no les platiqué un punto curioso y relevante.

Para decir ‘sí’ o ‘no’ con la cabeza utilizan allá movimientos opuestos a los que acostumbramos nosotros acá: la negativa de ellos viene a ser el meneo que usamos nosotros para asentir (la cara hacia arriba y hacia abajo), en tanto que su expresión afirmativa consiste en ¡mover la cabeza a la izquierda y derecha…! Esto, claro, se debe conocer con toda oportunidad si se quieren evitar confusiones bochornosas.

* Y MIENTRAS, EN MÉXICO sobran las evidencias de los fracasos del gobierno Federal, pero la poderosa y eficaz demagogia de un líder hábil y taimado puede hacer que muchos duden. No son pocos quienes desdeñan la potencia y los alcances de esa elocuencia engañosa, aun si se tiene la sartén por el mango (con los programas sociales y la comunicación oficial).

El discurso mantiene el dominio del pasado, de las fallas ajenas, de las anécdotas históricas… en detrimento de los graves problemas que adquieren una obvia responsabilidad actual y requieren especial atención. Con ello y con las divisiones creadas por el gobierno, no nos será posible crecer ni salir adelante.

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