Alejandro Rodríguez Cortés

Alejandro Rodríguez Cortés*.

Me tomo la licencia de citar de memoria una pregunta recurrente que se hace el doctor Leonardo Curzio en su programa radiofónico: ¿por qué nos la pasamos discutiendo de política y no de economía, cuando de ésta última depende el bienestar del país y de todos sus habitantes?

La respuesta que yo tendría a ese pertinente cuestionamiento corre por dos vías, igualmente perniciosas: al presidente de la República no le gusta y reduce el tema a su ramplón concepto de “economía moral”, basado en repartir dinero a diestra y siniestra para igualarnos a los mexicanos en la mediocridad y no en la aspiración de un mayor bienestar nacional. Por otro lado, Andrés Manuel López Obrador no habla mucho de tópicos económicos simplemente porque no tiene nada sólido qué presumir a la mitad de su gobierno fallido y para muestra un botón: recurrentemente cita como un dato positivo las millonarias remesas que llegan a nuestro país desde Estados Unidos. O sea, riqueza generada por mexicanos, pero fuera de México.

El tramposo guión económico obradorista pasa por los sofismas de que es más importante la felicidad que el crecimiento; que la clase media es perversamente aspiracionista y los más ricos no merecen sino descalificativos; que el sector empresarial responde simplemente a la avaricia y no al interés nacional. Incluso, el presidente de la República miente descaradamente al sugerir que él tiene control sobre variables exógenas como el tipo de cambio o los precios de electricidad, petróleo, gas o gasolina.

Los tres secretarios de Hacienda que han ocupado la oficina norte de Palacio Nacional pasaron del enojo a la renuncia y de ésta a la sumisión frente a desmentidos públicos presidenciales a mensajes sobre economía y finanzas. Del actual secretario, poco se puede decir por su ausencia en el debate público nacional.

López Obrador tuvo en la pandemia el pretexto favorito para no asumir su responsabilidad en la caída económica de México. Hoy, con semáforo verde, la culpa será de la guerra en Europa oriental.

Sin embargo, a la mitad del camino, en Palacio Nacional no aguantaron la presión mediática que busca explicaciones del estancamiento económico y decidieron inventarse otro ejercicio de falsísima rendición de cuentas: los primeros jueves de cada mes se abordarían esos chocantes temas de Producto Interno Bruto, inversión, inflación, tipo de cambio, ingreso y gasto públicos.

Apenas hace unos días se inauguró este nuevo capítulo mañanero. Y se cumplieron nuestros pronósticos: el presidente “presumió” el crecimiento del PIB de 5 por ciento (en realidad cerró en 4.8 puntos porcentuales el año pasado), con un lamentable y mentiroso mensaje de que es el alza más importante del tamaño de la producción de México en los últimos años. Por supuesto, olvidó ponerlo en contexto después de la brutal caída de 8.5 por ciento en 2020, con lo que el déficit todavía es de 3.8 por ciento con respecto a 2019, a lo que se suma un nuevo estancamiento al iniciar terminar 2021 e iniciar el 2022.

Compara el mandatario esos 5 puntos con otros países que se desplomaron en mucho menor nivel en el peor año de la pandemia. Y también omite convenientemente que la inversión privada -un componente necesario para el desarrollo- simplemente se ha desplomado por la falta de seguridad y confianza en la conducción de la mal llamada Cuarta Transformación. Por cierto, esta caída data de antes de la aparición del Covid-19, y tiene en la cancelación del Aeropuerto Internacional de Texcoco un claro punto de inflexión.

Ante la inflación, el presidente de la República simplemente anuncia subsidios, como si no tuviéramos una caída en los ingresos presupuestarios y no nos hubiéramos agotado ya las reservas estratégicas que se habían acumulado en años previos. No dijo tampoco que el alto precio del barril de petróleo queda sepultado bajo una menor exportación de crudo (consecuencia de política pública) y con un estímulo fiscal que hará perder a la hacienda mexicana cientos de miles de millones de pesos.

La caída económica no será compensada en los años por venir de este gobierno fallido. Si bien nos va, y eso no se dijo el jueves ni se dirá en las siguientes semanas que dure esta nueva sección de embustes, el exiguo avance del PIB en 2022, 23 y 24 harán que la economía mexicana crezca un promedio de 0.35% anual durante la 4T, el peor comportamiento desde Miguel de la Madrid Hurtado o lo que es lo mismo, el más malo de los resultados durante 40 años, neoliberalismo incluído.

 

*Periodista, comunicador y publirrelacionista.

@AlexRdgz

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