Carlos J. Pérez García

Carlos J. Pérez García.

Criticado a morir, navega hoy el caudillo odiado por muchos o bienamado por sus incontables partidarios. De momento, no se ve aquí algo que deba zanjarse con más votaciones, sino acaso vía una guerra civil… que sería inaceptable a pesar de la polarización que ha traído la desesperante frustración “transformadora”.

Este líder es vapuleado —tanto a la mala como a la buena— y aún así sigue tan campante, hasta con sonrisas fake y sus desafíos o amenazas ante la crueldad con la que se le trata. Millones lo adoran sin cuestionarlo, mientras otros millones lo detestan y no le perdonan una, pero a mí me provoca más bien ternura por sus fallas e ingenuas pretensiones… aunque el país es el que la paga. Me explico un poco.

Bueno, a quienes no tienen casi nada les dan esperanzas de algo, en tanto que porciones de la clase media pierden privilegios y exclaman: “Ya nos quitaron la seguridad pública, el sistema de salud, las pocas medicinas que había, la educación… Lo único que nos queda es la democracia y esa no se las vamos a entregar”.

En seguridad, el sucesor de Peña Nieto no aprendió de los errores cometidos y, peor aún, los multiplicó. La ignorancia, la soberbia y los prejuicios de AMLO y sus cercanos han llevado a que su frase “abrazos, no balazos” se vuelva objeto de burla. En homicidios dolosos, sus números ya superan los del “baño de sangre” de Calderón en todo su sexenio, y dejarán atrás a los de Peña en 2023 para un sitio (récord) histórico, tal como señala R. Riva Palacio en El Financiero, 3/5/2022.

En la economía no hemos llegado a lo más negativo, aunque ya se avista un horizonte que nos revela el peor sexenio en un siglo, tal vez con crecimiento negativo para el conjunto al haberse caído en serias equivocaciones: contra la inversión productiva; a contramarcha del desarrollo y la urgente reducción de la pobreza; en conflicto directo con el TMEC vigente; sin ideas claras frente a la inflación; ante la intensa y sostenida fuga de capitales…

Pensaba yo que, en el México del siglo XXI y sus exitosos tratados de libre comercio con un mundo abierto y globalizado, difícilmente volverían a escucharse arengas patrioteras o ultranacionalistas (xenofobia, traiciones a la propiedad del Estado o la voluntad del líder máximo). Sin embargo, con la contrarreforma energética y ahora las amenazas previas a la absurda contrarreforma electoral, no sólo se nos quiere regresar a tiempos ya superados del siglo pasado sino que se agrede a los legisladores y ciudadanos que no ansiamos esos vuelcos tan retrógrados (regresivos: eso son, más que conservadores).

Dizque le van a dar duro y para adelante, con un envoltorio tramposo que incluye ciertos elementos positivos, aunque saben que ese mejunje morenista no puede triunfar en el Congreso ni ser aceptado en una sociedad civil que respeta y apoya al INE autónomo. Quizá buscan hacerse las víctimas de una oposición que seguirá siendo presionada y atacada en forma brutal hacia diversas encuestas y votaciones. También les sirve de distracción con respecto a temas familiares o económicos.

En educación, a su vez, la aberrante proposición de un modelo educativo de ‘igualdad en la ignorancia’ no tiene cabida en una formación moderna y de carácter universal. Aún me llama la atención que dos embajadores del movimiento lopezobradorista, uno exsecretario de Educación Pública (Esteban Moctezuma) y el otro exrector de la UNAM (Juan Ramón de la Fuente), no se hayan deslindado de esa idea doctrinaria de resentidos dentro de la 4T, en los que destaca un amigo de la esposa del presidente.

Esta propuesta viene a ser muy deficiente: repleta de adjetivos e ideologías (más bien, resabios personales) como expresión de una demagogia populista. E incluso es más grave al provenir de individuos con profundos complejos y sesgos en contra de los méritos académicos y laborales; de la calidad o efectividad educativa; de una competencia que podría mejorar muchas cosas; del predominio nacional y mundial de los mercados; de las pruebas escolares con diferencias o separaciones que son inevitables…

Miren, de conjunto, es muy triste y resulta peor de lo que pudimos imaginar y alertar. Si uno se fija, el PIB per cápita sigue cayendo con la economía y genera frustraciones que van a afectar la fe de la gente, aunque el gobierno trata de encubrir. ¿Habrá así un futuro?

¡Eso sí, cuidemos nuestra democracia, que nos ha dado malos gobernantes… pero nos permite librarnos de ellos!

 

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