Rubén Cortés.

 Ricardo Monreal comenzó a mostrar su control territorial en Morena, el domingo, en Quintana Roo. El presidente se inquietó y, el lunes, recicló sus tres corcholatas en la mañanera. Monreal le respondió ayer, yendo a Oaxaca, donde le gritaron “Presidente”.

 El presidente está intranquilo. Sus tres precandidatos no levantan. Ayer pareció desesperado al agregar a su lista a López-Gatell, quien arrastra más de medio millón de muertos por la pandemia, por lo que tuvo que guardarlo un rato para aplacar la ira en su contra.

 Sí, en actos de Morena también han gritado “Presidente” o “Presidenta” a Ebrard, Adan López y Sheimbaun, pero ellos tienen la venia del presidente. Que se lo griten a Monreal es diferente, pues los militantes que lo hacen se exponen a la ira del presidente.

 Eso demuestra que si Monreal es candidato de alguien en Morena es de la base del partido, lo cual no es menor, pues desde el 2000 la candidatura a la presidencia se ha construido, en primer lugar, en la base del partido, como demostraron Fox, Calderón y Peña.

 En ese control territorial de las bases radica la ventaja de Monreal sobre los precandidatos del presidente, quienes son los primeros en reconocerlo, en especial Sheimbaun, que lo acusa de haberle ganado la elección intermedia, al operar en favor de la oposición.

 De ahí la insistencia del presidente en insuflar a sus candidatos y en  provocar a la oposición para que muestre los suyos. Pero la oposición se tardará en mostrar un candidato, porque sabe que el presidente se lo revienta, como reventó a Ricardo Anaya.

 Insiste, porque su caballada dentro de Morena está flaca, y sabe que Monreal se los está comiendo a tres bandas: dice que estará en la boleta sí o sí; que seguirá en Morena y que la oposición está muy fuerte y tendrá un gran candidato. Los tiene en una zozobra diaria.

 Como sea, las precandidaturas de Morena están definidas: Ebrard es el candidato del castrochavismo continental, para el cual sirve de puente diplomático en la OEA y con su jefe; Augusto López es más un político local; y Sheimbaun es sólo la candidata del presidente.

 Monreal puede ser, como fueron Fox, Calderon y Peña, candidato de la militancia de su partido; o el de la oposición. También (aunque sea a regañadientes, necesidad o por descarte) de un sector crítico del presidente entre intelectuales, académicos, ONGs, las redes…

 En todo caso, Monreal no es nuevo. Arrancó el siglo como uno de nuestros políticos más prometedores: Time y CNN lo eligieron “Líder del Tercer Milenio” y el Foro Económico Mundial de Davos lo ubicó entre los “Líderes Globales del Mañana”.

 Y tiene fuerza propia. No necesita que el presidente lo destape.

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