Carlos J. Pérez García

Carlos J. Pérez García.

La niña, muy asustada, me examina con cuidado. De pies a cabeza, pues nunca me había visto y en las cuadras cercanas da esa tiendita han pasado demasiadas cosas estos meses: secuestros, balaceras, manifestaciones, concentraciones de policías y de vagos, gente que se va y no vuelve, o extraños que merodean y atisban… desde curiosos o mafiosos, hasta periodistas o protagonistas.

El miedo y la desconfianza se han extendido a muchas ciudades y poblaciones, al igual que a los trayectos entre ellas. Lo peor, oigan, es que ya también se piensa mal de autoridades o fuerzas del orden, y, tal como sucede en el caso del ánimo, la pérdida de seguridad y confianza en las personas e instituciones tiene un costo que no resulta nada fácil cuantificar y tomará tiempo recuperar.

Aquí no queda perder la fe, la esperanza… con respecto a nosotros mismos y cómo nos disponemos a superar tantos problemas en una democracia liberal que pueda dar cabida a casi todos (excepto los criminales sentenciados). Quizá haya que compensar o reintegrar a no pocos dentro de una participación más amplia y respetuosa que la actual.

Ni México (en primerísimo lugar), ni el poderoso vecino al norte o el parlamento europeo van a aguantar un régimen tan errático, conflictivo e ineficaz, al seguirse desfondando en las clasificaciones mundiales aunque funcione su demagogia al interior. Tendremos que considerar una ciudadanía muy diversa, en vez de un “pueblo” de fieles en contra de opositores malignos… gobernar para todos, pues.

Es indispensable apoyar a los inversionistas (incluso ricos y extranjeros) que inviertan y creen empleos para los pobres a partir de una mejor educación y capacitación. Eso implica disminuir la pobreza (no aumentarla), así como acercar gradualmente los ingresos hacia los niveles altos (no bajos) en resultados indudables, no con discursos de odio y populismo.

Desde antes de irse, el lopezobradorismo puede jugar un papel más duro que los anti-AMLO o anti-4T de hoy, lo que tenderá a atenuarse si se les considera dentro de un frente de unidad y restauración nacional. De hecho, sus votos y su peso político lo sugieren, de manera que a todos conviene algo así.

No será fácil recuperar tantas áreas y, más allá de discursos o radicalismos, gente de la 4T podrá ofrecer sus opiniones. Para ello, se deberán precisar y reconocer graves fallas en temas como seguridad, salud, economía o educación, que serían el punto de partida de una reconstrucción.

Pero, ojo, la actual oposición partidista tiene tanto que cambiar y mejorar. En general, su desempeño ha dejado mucho que desear y tendrá que asumir guiones y resoluciones de la sociedad, con nuevos líderes y viejos sabios (incluidos salinistas, zedillistas, calderonistas y algunos morenistas): en lugar de fanáticos, claro, sólo quienes hayan cumplido en esos sexenios y acepten aglutinarse en un amplio esfuerzo nacional.

Lo electoral será aterrador, aunque hay que pensar ya en lo que va a venir después… todavía más complicado. Esto deberá dar a México salidas para el siglo XXI con las experiencias de nuestro pasado antiguo y, sobre todo, el reciente (1958-1970: el exitoso neoliberalismo del desarrollo estabilizador durante López Mateos y Díaz Ordaz; 1970-82: el trágico populismo de Echeverría y López Portillo; 1982-2018: lo que llaman período neoliberal y que significó diversos avances y problemas; 2018-2024: el retroceso de una oclocracia populista con retórica y buenas intenciones).

Ahora que desde arriba se ha reconocido al modelo económico neoliberal como lo más lejano a la imperfección, tenemos que entender todo ello y actuar en consecuencia. Hay que abatir la corrupción en serio y usar bien la Economía. Así de difícil, así de simple.

Finalmente, los policías aclararon el escándalo de la tiendita. La niña, de unos diez años, me sonríe al comprobar que no soy uno de sus numerosos enemigos (criminales del pueblo o de la autoridad). Me parece que ella puede tener expectativas de un mejor futuro, sin tantos engaños ni ideologías obtusas. Y, créanme, espero que sea así.

* EN LOS ACTOS POR los quinientos años del primer Ayuntamiento de la Nueva España, en Coyoacán, al que llamo mi segundo pueblo, pude escuchar o leer más sobre la estancia allí de Hernán Cortés y La Malinche al fluir el drama en Tenochtitlán. También en cuanto a población, sociedad y familias del Coyoacán Novohispano en el nacimiento de nuestro mestizaje… De ahí venimos, como nación.

 

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