Alejandro Rodríguez Cortés*.
Andrés Manuel López Obrador ha ganado la narrativa en el diario debate nacional, con base en una permanente y tenaz estrategia de comunicación que tiene en las mañaneras su escenario estelar.
No es novedad. Desde que encabezó el gobierno de la ciudad de México inició este ejercicio mañanero que fijó agenda pública y lo llevó a la antesala del poder en 2006, donde a mi juicio perdió la elección por dos razones fundamentales: la soberbia de quien se sintió ganador antes de tiempo, y un mensaje opositor claro y directo de que el tabasqueño era “un peligro para México”, lo que sumó votos definitivos al ganador Felipe Calderón Hinojosa.
La importancia de la narrativa y el mensaje. Vicente Fox logró la alternancia en el año 2000 con la simple pero poderosa frase de “sacar al PRI de Los Pinos”. 70 años de partido único en la presidencia de la República y un llamado claro a terminar con ello fueron suficientes.
Luego vino el ejemplo ya señalado del triunfo calderonista, ejemplo clarísimo de voto útil convocado con una comunicación simple y efectiva: ¿quieres o no quieres que llegue AMLO al poder? El resultado es conocido, por más que los perdedores aleguen hasta la fecha un inexistente fraude.
Enrique Peña Nieto fue un candidato de relumbrón apoyado por la poderosa imagen de una muy popular actriz de telenovelas, que lanzó mensajes como “mover a México”, en alusión a los resultados de dos administraciones panistas, y “te lo firmo y te lo cumplo”, para comprometerse a los resultados esperados por los electores. Ganó y su comunicación reformista que le hizo ganar incluso el mote del “salvador” nacional con sus reformas, se vino abajo estrepitosamente con escándalos como el de la casona de su cónyuge, con el crimen de los estudiantes en Ayotzinapa y con la galopante corrupción de su gobierno.
El grave descontento por los excesos peñistas, fue hábilmente capitalizado por un Andrés Manuel López Obrador que iba ya por su tercer intento en pos de la presidencia. Y ganó con la narrativa anticorrupción pero también con el mensaje que rescataba a los olvidados de la voracidad y la indolencia del poder: “por el bien de México, primero los pobres”, adoptada incluso por millones de personas de la clase media que le dieron el beneficio de la duda a quien 12 años antes rechazaron por el peligro que les representaba su perfil político.
A casi 4 años del triunfo de 2018, mucho se ha dicho que la oposición a la mal llamada Cuarta Transformación carece de propuestas y de estrategia para la batalla electoral de 2024, a la que ya el mandatario perfiló como opciones de su sucesión a Claudia Sheinbaum, Adán Augusto López y Marcelo Ebrard, en ese orden de preferencia (yo personalmente creo que el tercero de ello no tiene posibilidad alguna, por lo menos dentro de Morena).
Me parece que antes de ver si los partidos políticos opositores son capaces primero de consolidar una alianza única, y después de procesar una candidatura común competitiva, vale la pena ir pensando en esa narrativa poderosa que acompañe la posibilidad de una nueva alternancia política.
En aras de las experiencias anteriores, creo que no hay que pensarlo mucho. Ante la catástrofe de un gobierno fallido, con nulo crecimiento económico, niveles récord de inseguridad pública y prevalencia de la corrupción al amparo del poder, el mensaje parece ser simplemente: “sacar a Morena de Palacio Nacional”. A reserva de condimentarlo con algún juego de palabras que quizá incluyan a Los Pinos como la nueva sede de un gobierno reconstructor.
*Periodista, comunicador y publirrelacionista.
@AlexRdgz
