Dentro y fuera 

Carlos J. Pérez García

Carlos J. Pérez García.

Cada vez son mayores y más peligrosos los escándalos, tal como se aprecia en enredos internacionales con el Parlamento Europeo y, sobre todo, con Estados Unidos. El mundo, oigan, no deja de ser complejo y hay que tener mucho cuidado no sólo en las formas o la diplomacia. ¿A no ser que los objetivos del actual régimen sean otros… a cualquier costo? 

Los conflictos son variados, pero ahora nos podemos concentrar en lo relativo al TMEC y no perder tanto tiempo con las mentecateces de Assange y la Estatua de la Libertad, o de la inasistencia presidencial a la Cumbre de las Américas en Los Angeles. ¿Aquello es relevante o, acaso, preocupante? 

Bueno, desde mis inicios en la administración pública tuve la fortuna de participar en la negociación para el ingreso de México al GATT, el Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio, lo cual me sirvió para lo que vendría después en desregulación, apertura comercial e inversión extranjera, con cierto crecimiento y estabilidad en la economía. Esto se dio en paralelo a otras medidas liberales para no volver a caer en los colapsos económicos del populismo de Echeverría y López Portillo, 1970-1982: privatizaciones, saneamiento paraestatal, orden fiscal, autonomía del banco central, pactos de estabilidad o apertura general. 

En el sector externo, el país ha vivido las negociaciones y los efectos del TLCAN o Tratado de Libre Comercio de América del Norte (suscrito en 1992 con inicio el 1 de enero de 1994), y luego el TMEC o Tratado entre México Estados Unidos y Canadá (firmado el 30 de noviembre de 2018 en la versión original y el 10 de diciembre de 2019 en su “versión revisada” por el nuevo gobierno, con entrada en vigor el 1 de julio de 2020). A este acuerdo también se le llama NAFTA 2.0 porque actualiza el anterior, que rigió por más de 26 años esta creciente y fructífera relación comercial. 

No es posible imaginar hoy a México sin los avances de las últimas décadas en cuanto a modernización económica; inversión productiva; vinculación al mundo; integración exportadora; contraparte de importaciones; creación focalizada de empleos; modelo económico de crecimiento y estabilidad; contención de la pobreza ante alternativas… Para bien y para mal, la cultura y la política han evolucionado en paralelo. 

Ni se veía ya un antiyanquismo o antimperialismo de épocas pasadas, lo que podría renacer con muy malas perspectivas para todos. De hecho, esto se siente absurdo y suicida o demencial. 

La ‘soberanía’ no siempre se entiende en forma congruente y tendría varias acepciones: antiguas o actuales, digamos. Este gobierno no ve como pérdida de soberanía el dominio del crimen organizado en amplias zonas del país, ni que Trump se jacte de que un mexicano “se dobló” ante él para proteger la frontera norte de migrantes hacia Estados Unidos. 

Igual, no queda claro cómo el apoyo a PEMEX y CFE pueda encarnar soberanía al evitarles competencia y desdeñar el crecimiento de la economía, en contra de los pobres y el bienestar. A su vez, el progreso económico y social nos podría dar más fuerza para negociar y ser soberanos. 

Advierte a Estados Unidos y Canadá: “no cederé por soberanía y patriotismo”, pero a él no le toca, y aún menos en un acto militar del 16 de septiembre, pues para ello están los mecanismos establecidos en un tratado que su gobierno negoció y él firmó. ¡Otros seríamos ‘conservadores’ que no defendemos nuestra independencia, en una retórica que se asocia a incumplir la ley con pérdidas de empleos e inversiones! 

En fin, resulta extraño. Y se especula que la idea fuera generar un conflicto con nuestros socios para 1) tratar de justificar fracasos y 2) ganar apoyo popular frente a una agresión extranjera alentada por malos mexicanos (‘traidores a la patria’, al no coincidir con él). Aunque le cayera al líder “como anillo al dedo”, implicaría un juego funesto para México. Inaceptable, pues. 

Antes reconocía la relevancia de la integración y el crecimiento, pero ahora prefiere no verlo así y dominan el antiliberalismo o la antiEconomía en favor de la politiquería y los dogmas ideológicos. ¿Generar riqueza, no pobreza, es traición… a quién? 

* DICE LA GRAN IRENE Vallejo (Milenio, 22/07) que el gusto por la hecatombe es ancestral y que los opinadores somos muy dados a vaticinar debacles o catástrofes, pero sólo deseo que los mexicanos captemos estas palabras del cantante Bob Marley (1945-81): Nunca sabes lo fuerte que eres, hasta que ser fuerte es la única opción. 

  

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