Cuba.- En la cafetería del lujoso hotel Grand Aston de La Habana –inaugurado en marzo– hay más camareras que huéspedes, al grado de que en plena tarde de verano las empleadas bromean: “Hasta da tiempo de pensar”.
Desde este imponente edificio, con 600 habitaciones, que pueden llegar a costar unos 200 dólares la noche, se otea el icónico malecón de la capital cubana entre una hilera de mesas vacías y un refrigerador con cervezas extranjeras.
EFE
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