Raúl Flores Martínez.
México es un país que poco a poco se va desmoronando, poco a poco la delincuencia organizada se apodera de estados y gobiernos, sino me creen solo basta dar un vistazo a las elecciones del año pasado y todo el corredor del pacífico.
Hace años se decía que, en el sexenio de Felipe Calderón, México se había convertido en un narcoestado, un gobierno que había sido marcado por las estelas de muertes que dejaron los grupos del crimen organizado; sin embargo, eso quedó en la historia.
En la actualidad de la Cuarta Transformación, el narcoestado se volvió una realidad, un gobierno que ya fue marcado por las constantes ejecuciones, enfrentamientos y desplazados de sus comunidades.
Algo ridículo, es que mientras el Presidente de los pobres López Obrador, asegura una y otra vez en su conferencia mañanera “que todo va requetebién” y que su estrategia de “Abrazos, No Balazos” le ha dado resultados sorprendentes para pacificar el país.
Sin embargo, las cifras del Sistema Nacional de Seguridad Pública en lo que va del sexenio de la Cuarta Transformación, el crimen organizado ha asesinado a 9 mil 213 niños.
Las estadísticas del propio Gobierno Federal, señalan que los homicidios por arma de fuego de menores o niños (de acuerdo a la categorización internacional, personas menores de 18 años) han sumado 627 entre enero y septiembre del presente año.
El modo de operar del crimen organizado para darle muerte a los menores de edad, eran los ataques dirigidos a los padres o a las familias de los menores, los criminales no detuvieron los asesinatos ni evitaron matar a los menores.
Emboscadas, fuego directo o fuego cruzado son algunas de las situaciones en que han perdido la vida por asesinato a manos de la delincuencia y en ocasiones, a manos de autoridades efectuando algún operativo.
La Red por los Derechos de la Infancia informó que Guanajuato se encuentra a la cabeza de homicidios violentos de menores de edad, con 101 casos en 2022. Sigue Michoacán con 89 y Zacatecas con 68.
De esta manera se está pacificando al país, una pacificación con la ejecución de menores de edad, mujeres y hombres que mueren en medio de los enfrentamientos entre células criminales, enfrentamientos que pueden durar horas, sin que las autoridades intervengan bajo el viejo esquema de “Nosotros llegamos a ver qué pasó y no llegamos a ver qué está pasando”.
