¿Y qué sigue después de la marcha?

Alejandro Rodríguez Cortés

Alejandro Rodríguez Cortés*.

No tengo duda que la concentración de este domingo 13 de noviembre de 2022 marcará un hecho histórico en la política mexicana como el día en que cientos de miles de mexicanos dijimos NO a la regresión en nuestra joven democracia.

Sin embargo, los riesgos permanecen ahí, si bien con una fuerte llamada de atención a quien pretende (y lo seguirá haciendo) volver al control vertical, al partido único y a la simulación chocante de que “el pueblo manda” aunque parte de éste solo se deje “pastorear” por su mesías.

En los próximos días, Andrés Manuel López Obrador seguirá descalificándonos a quienes pensamos distinto, al mismo tiempo que mantendrá sus insanas presiones sobre los legisladores que necesita para pasar su esperpento de reforma electoral. Si esos diputados y senadores (priístas ellos) entienden su responsabilidad frente a la historia, se escribirá un nuevo capítulo de resistencia a la sinrazón, como ocurrió con el intento de cambio constitucional en materia eléctrica. Pero aunque así suceda, faltan nuevas y graves batallas.

En ese escenario, el autócrata herido será más peligroso y descargará su ira y sus viejos resentimientos en el inevitable proceso de sustitución de consejeros electorales del INE, en unos cuantos meses más, que implica la salida de los defenestrados Lorenzo Córdova y Ciro Murayama, villanos favoritos de la mal llamada Cuarta Transformación.

Nuevamente hará falta un muro de contención legislativo que evite el despropósito presidencial de imponer a alfiles serviles en el Consejo General de la autoridad electoral mexicana. El presidente querrá impulsar lambiscones de ocasión y no figuras respetables que garanticen la solvencia técnica y moral del instituto y del tribunal especializados en la materia, como lo ha hecho reiteradamente al nombrar lacayos al frente de otros organismos autónomos, ya no digamos de dependencias de gobierno a cargo de la salud pública, del comercio interno y externo, de la educación o del sector laboral, por citar tan solo unos ejemplos del desastre nacional.

Pero aún cuando el presidente de la República no lograra este propósito, quedará el recurso de mantener incompleto el pleno del INE hacia los próximos procesos electorales. Y aquí la nueva lucha: 7 consejeros y no 11, con un presupuesto acotado y graves presiones del poder, enfrentarán la colosal tarea de llevar adelante los comicios estatales del 2023 en el Estado de México y Coahuila, y la magna elección federal de 2024.

López Obrador sabe muy bien sus escenarios y opciones, que todavía incluirán un nuevo y perverso alegato de fraude si los resultados no le satisfacen en cualquiera de los casos, pero sobre todo en una eventual nueva alternancia presidencial que haga perder a su corcholata y reviva la viabilidad futura de México.

Vaya pesadilla, que el predicador mañanero niega con aviesos pretextos de ahorro presupuestal y dizque mejoras democráticas.

¿Qué nos queda? Mantenernos pendientes y en pie de lucha, a la par de construir una opción viable y competitiva que, con nuestro voto, pueda impedir legítima y legalmente la continuidad de esta locura mexicana, que en la esperanza de un mejor futuro nos metió en una destrucción sin precedentes que tomará por lo menos 10 años reparar, a partir de que la 4T se vaya al rancho de Palenque.

 

*Periodista, comunicador y publirrelacionista.

@AlexRdgz

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