Carlos Arturo Baños Lemoine.
Andrés Manuel López Obrador (AMLO) quiere perpetuar su dictadura populista-militarista. Para ello, necesita apropiarse del aparato burocrático encargado de organizar y de calificar, en una primera instancia, las elecciones. No nos sorprende, pues, que quiera transformar al Instituto Nacional Electoral (INE) en su agencia electoral, siguiendo los pasos de los sátrapas comunistas de Cuba, Venezuela y Nicaragua, por decir lo menos. Estúpidos son quienes votaron por AMLO pensando que esto no sucedería.
AMLO sabe muy bien que cuenta con millones de zombies políticos a su servicio: los programas de limosnas clientelares han dado resultado. Ahora necesita que esos zombies, en tanto votantes cautivos, lo mantengan en el espacio político como el Gran Caudillo y, sobre todo, como el Gran Elector: es consciente de que su cuerpo va en decadencia, no así su deseo de dar órdenes a sus criados. Quiere mantenerse en el gobierno por sí mismo o a través de otros. AMLO busca su “maximato”, aunque sea.
El actual INE le estorba, porque no puede manipularlo a su antojo. AMLO quiere un INE dócil y sometido a sus caprichos tiránicos. Si ha logrado doblegar a la Suprema Corte de “Inmundicia” de la Nación, a la Fiscalía General de la República y a la Comisión Nacional de Derechos Humanos, ¿qué le puede impedir doblegar al INE?
De aquí la importancia de la Marcha en Defensa del INE y de la Democracia, que se verificó el pasado domingo 13 de noviembre. Allí estuvimos todos nosotros. No para endiosar al INE, por favor. El actual INE merece, sin duda alguna, varias críticas al tiempo que requiere varios ajustes.
Básicamente, salimos a las calles para proteger los perfectibles mecanismos institucionales que le han permitido a este país transitar del régimen autoritario de partido de Estado (el Priato) al régimen democrático de competencia pluripartidista que tenemos hoy en día; régimen que, por cierto, incluso le permitió al detestable López Obrador llegar a la Presidencia de la República.
Ahora, López Obrador quiere matar y enterrar a la institución pública que se encargó de traducir el voto de sus partidarios en un triunfo electoral. Cierto: el INE no vota. Más cierto aún: sin la eficiente operación del INE, AMLO no sería Presidente de la República.
Muchas décadas y muchas reformas legales nos han dado al INE que tenemos ahora. Sería un error nacional y garrafal permitir que el Tirano de Macuspana dinamite nuestros avances institucionales en materia electoral.
No defendemos a los funcionarios actuales del INE que, como funcionarios, son sólo polvo pasajero. Defendemos a las instituciones electorales que, con mucho esfuerzo, nos han permitido avanzar como sociedad y como Estado sobre la ruta de la democracia.
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Esta videocolumna de análisis, crítica y opinión es de autoría exclusiva de Carlos Arturo Baños Lemoine. Se escribe y publica al amparo de los artículos 6º y 7º de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Cualquier inconformidad canalícese a través de las autoridades jurisdiccionales correspondientes.