Raúl Flores Martínez.
El atentado contra Ciro Gómez Leyva, debe analizarse desde distintos ángulos para darnos cuenta, qué ese atentado, es un atentado contra la libertad de expresión y contra el gremio periodístico.
En reiteradas ocasiones, se ha mencionado e incluso a nivel internacional que México, es el peor país para ejercer la profesión del periodismo, una profesión que, en esta Cuarta Transformación, se ha llenado de seudoperiodistas chayoteros, que no son más de cacatúas hablando tonterías en sus medios alternativos (portales de redes sociales), según ejerciendo su libertad de expresión.
La máxima de la libertad de expresión, no es decir tonterías a diestra y siniestra, no alabar al régimen de turno que los consiente con el pago de publicidad a sus pequeños canales de videos; deben de saber esos “chayoteros”, que no hay medios alternativos, cuando antepones tu interés económico.
Resulta que ahora, hay reporteros de izquierda, válgame el señor, “reportero de izquierda”, cuándo en la universidad (lo que si estudiamos y tenemos una profesión), nos enseñaron que un periodista no debe de tener filiación, ni tendencia política.
Ahora los buitres lamehuev…de los buitres quieren hacer una descalificación del atentado que sufrió el colega y compañero de Imagen Televisión, así es compañero porque desde hace 18 años, trabajo en esta empresa que, a sus conductores estelares y directivos, les dan una camioneta blindada y protección, lo mencionó, porque conozco ese procedimiento.
Resulta que ahora, un periodista que ha tenido un atentado, es descalificado bajo la descalificación moral del Presidente Andrés Manuel López Obrador, descalificaciones que han germinado en el colectivo frustrado que no tiene la capacidad de hacer la diferencia.
Casualmente el mesías tabasqueño, 24 horas antes señalaba que escuchar a Ciro, Loret, etc; podría generarse un tumor en el cerebro; es ahí donde la descalificación moral, entra en acción y envenenan la psique de personas que solo buscan venganza de una sociedad que se los ha comido poco a poco.
La descalificación moral ha llegado a un punto máximo de confrontación, un punto donde el pueblo bueno, se vuelve el brazo armado del mesías tabasqueño que por migajas y limosnas puede obtener una venganza sin exhibirse.
