Noticias del Imperio

Por. Miguel Ángel Sánchez de Armas

Saraos como la reciente coronación son oro molido para comentócratas en busca de temas no trillados (i.e. YSQ), así que estuve pegado a la pantalla el sábado 6 abrevando en todos los detalles. 

Pero al ver las rúas de la capital de la pérfida Albión cuajadas de multitudes danzando a las notas de “Sadok el sacerdote” y deslumbradas por el brillo de los diamantes sudafricanos (de sangre) que portaban los monarcas, el único título que me vino a la mente fue “Dios salve al taco”.

Aclaro que esto “del taco” no fue una ocurrencia. Me enteré gracias a Sonya Santos en El Financiero que el menú sacramental de las fiestas callejeras con las que el populacho celebró la ascensión incluyó, además del quiché de espinacas, habas y estragón, la berenjena con aderezo de aceite de oliva y chutney de mango y el costillar de cordero estilo asiático, una versión de “su majestad el taco”, con camarones al ajo y salsa de piña y cilantro. ¡Ugh!

Dice la articulista: “… incluyeron a nuestros queridos tacos, que ya son un alimento integrado a muchísimas culturas del mundo, y ahora presentes en una coronación europea. Ni Hernán Cortés se lo imaginó, mucho menos los Reyes Católicos. Fueron a dar hasta la casa de los enemigos acérrimos del Virreinato, la de los piratas ingleses. Dios salve al taco”.

Conmovedor. ¡Esto es civilización! Cuando pienso que apenas hace 85 años desde Buckingham y Whitehall México fue declarado “bandolero internacional” y perseguido ferozmente por la Royal Navy en todos los continentes por vender su propio petróleo, introducir un remedo de taquiza en los fastos reales fue una enorme generosidad para los nativos amistosos. Es el equivalente sajón de cuando las momias de la Real Academia aceptaron incluir la palabra “aguacate” en su real mamotreto.

En el enfrentamiento de aquel 1938 México rompió relaciones con el león y el unicornio y puso de patitas en la calle al lerdo Sir Owen St. Clair O’Malley, enviado diplomático de SAR a México. Este escándalo fue tan deprimente para nuestra aristocracia vernácula como la Noche Triste y entiendo que todavía se ofrecen misas en La Profesa para expiar tan hórridos pecados.

Pero no fue todo. Sal en la herida, al conocer la noticia del rompimiento el presidente Roosevelt, rojillo traidor a su clase, exclamó “What a peach!”, interjección que traduce al castellano en algo así como “¡Qué chulada!” 

Hoy la Enciclopedia Británica asegura que “fue el Reino Unido el que rompió relaciones con México” después de la Expropiación. ¿No fue Orwell en 1984 quien inventó el “Ministerio de la Verdad” en donde se rescribía la historia? 

Luego pensé en otro título para mi reseña: “¡Tómala Ruyard!”, cuando vi que en la gran nave de la Abadía de Westminster un prelado negro y clérigos bastante prietitos y sin duda de confesiones exóticas rodearon al monarca y le echaron la bendición.

Reconozco que “la carga del hombre blanco” ya no es la misma de la que se lamentaron Kipling y otros supremacistas como Teddy Roosevelt, aquel del “gran garrote”. Times change, my friends!

Hay más señales del cambio de los tiempos. A  no dudar George Orwell estaría al lado de quienes hoy exigen al Imperio un mea culpa por la expoliación, abusos, genocidios, tráfico de seres humanos, saqueo, comercio de drogas y otras lindezas que por más de 300 años la antigua Gran Bretaña asestó al mundo con la  farisaica mantra de empresa civilizadora.

Ahora mismo los editores de The Guardian, el gran diario liberal, publican  una serie titulada “Cotton Capital” (“Capital del algodón”) en donde con detalle monomaniaco documentan cómo esta empresa fue fundada y financiada con recursos de la trata de esclavos en el Caribe, en un ejemplar compromiso de transparencia con sus lectores.

Foto: @RoyalFamily

En mayo del 2002 un intelectual londinense llamó a la entonces Reina a emprender una gira mundial “para ofrecer disculpas por los pecados imperiales” y así revitalizar a la comunidad inglesa de naciones. Tal extravagancia cayó en oídos sordos. 

Pero nadie piense que soy un resentido social. De ninguna manera. ¡Dios salve a las clases dominantes! Mi enfado es con quienes sin memoria histórica salivaron con el espectáculo. Ya ni la BBC cree igual en las bondades del Imperio. Bajo el podio  de sus muy sajones conductores que reseñaban la ceremonia, la ejemplar televisora pública abrió un huequito para que una reportera negra entrevistara en las calles de Londres a algunos asistentes. Times change, my friends!

En el 2003 la BBC subió a su web infantil una lección de historia: “El Imperio se hizo grande asesinando a muchos pueblos pobremente armados y saqueando a sus países; después el método cambió: asesinar pueblos con ametralladoras fue la táctica favorita del ejército [misma que fracasó] gracias a personajes como Mahatma Gandhi, heroico revolucionario cercano a las necesidades de su pueblo”, según documentó Nial Ferguson. 

El escritor nigeriano Chinua Achebe respondió a la chocarrera sentencia de que “en el Imperio nunca se pone el sol”: “¡Eso es porque Dios no confía de ningún inglés en la oscuridad!” 

Podría extenderme, pero baste recordar que durante el infame comercio de esclavos, de los diez millones de seres humanos que cruzaron el Atlántico rumbo a los mercados de nuestros cristianísimos vecinos allende el Bravo, tres millones lo hicieron en naves británicas; que las corporaciones inglesas se apoderaron de la India y de parte de China, que saquearon y organizaron el comercio de estupefacientes y un largo etcétera.

Hace tiempo Ian Coban, Owen Bowcott y Richard Norton-Taylor publicaron un reportaje titulado “Gran Bretaña destruyó huellas de sus crímenes coloniales”, en donde revelaron que:

“Miles de documentos que registraban en detalle algunos de los actos y crímenes más vergonzosos cometidos durante los últimos años del Imperio Británico fueron destruidos sistemáticamente para evitar que cayeran en manos de los gobiernos surgidos de la independencia […].

“Los documentos que sobrevivieron a la purga fueron trasladados discretamente a Gran Bretaña donde fueron escondidos durante 50 años en un archivo secreto del Foreign Office, más allá del alcance de los historiadores y público en general, en violación de la obligación legal de ponerlos a disposición de la opinión pública.

“El archivo salió a la luz […] cuando un grupo de keniatas detenidos [y] torturados durante la rebelión Mau Mau obtuvo el derecho de demandar al gobierno británico […].

“Entre los documentos que parecen haber sido destruidos había registros de los abusos sobre los insurgentes Mau Mau detenidos por las autoridades coloniales británicas, que fueron torturados y en ocasiones asesinados; informes que podrían aportar detalles de la presunta matanza de 24 campesinos desarmados en Malasia por los soldados de los Scots Guards en el año 1948; documentos extremadamente sensibles en poder de las autoridades coloniales de Adén, donde el Cuerpo de Inteligencia del ejército operó un centro de tortura secreto durante varios años en la década de 1960…”

De regreso a la coronación, se dice que costó alrededor de 250 millones de libras del erario  -los hoy legitimados Carlos y Camila no iban a poner un quid de su bolsa si bastante agobiados están con el pesado fardo de la monarquía … y de soportar a Harry y a Megan.

No sé si esto sea mucho o poco: equivaldría a una libra y media por cabeza de los súbditos de las islas que después del Brexit se transmutaron en la pequeña Inglaterra.

Por lo menos “su majestad el taco” tuvo un papelillo en el real espectáculo de la década y ello animó a nuestros anglófilos vernáculos. Lo que fue imperdonable es que nadie tuviera el cuidado de arrojar al paso de la real procesión una efigie del Dr. Simi que ahora, válgame Dios, anda en busca del Premio Nobel de la Paz.

 

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