Alejandro Rodríguez Cortés*.
En el México de estos días ya no hay espacio para los eufemismos y las medias tintas al hablar de lo que es capaz de hacer el presidente Andrés Manuel López Obrador. Es tan simple como preocupante: hará hasta lo impensable con tal de matizar o aún ocultar el fracaso de su gobierno.
Si eso incluye hacerse del Banco Nacional de México por cualquier medio, así sea el de la nacionalización, hay que advertirlo sin hacer caso a quienes todavía apelan a la inexistente racionalidad de la mal llamada Cuarta Transformación, que ya ha convertido en realidad incluso aquello que algunos juraban que era imposible que sucediera.
El ya ridículo argumento del “no podía saberse” ha sido destrozado por hechos concretos que van de la incompetencia a la necedad, de la cancelación de obras a la expropiación de activos, de la tramposa austeridad a la corrupción galopante, del resentimiento a la venganza, no importa si en el camino se hayan ido instituciones, programas, proyectos y políticas públicas en una frenética regresión que afecta historias humanas, planes personales y legítimas esperanzas de vida.
En la política interna, López Obrador dividió al país en dos y calificó de parias a quienes estamos en la otra mitad; quitó dinero de un lado para regalarlo o dilapidarlo en otro; persiguió a la prensa libre y chayoteó a la lambisconería; buscó y busca dinamitar a la corte suprema y al árbitro electoral.
Hacia afuera, el presidente de la República fue ya capaz de poner el riesgo la relación económica de México con Estados Unidos, su socio principal, pero también con España y ahora con el Perú; se atrevió a defender lo indefendible en Cuba, Bolivia, Nicaragua, Argentina y Venezuela; exhibió su talante autoritario acercándose a Trump y a Putin; se comparó con el también popular pero criminal presidente de la India; boicoteó de hecho y de facto cumbres multilaterales, sobre todo si se trataba de despreciar a naciones prósperas y desarrolladas.
¿Qué más necesita hacer para dar la razón a quienes se atrevieron a presagiar el peligro? Otra vez, hay que decirlo, lo hará si lo estima necesario para él y su obsesivo narcisismo: elecciones de Estado, nuevas expropiaciones, desvío de recursos, uso de la justicia con fines político-electorales, persecución de opositores, compra de voluntades y muchas, muchas más mañaneras para decir que vamos bien, que no importan más de
150 mil muertes violentas, que México no produce fentanilo, que nos parecemos a Dinamarca, que niños con cáncer y mujeres violentadas sólo conspiran contra él y hasta que Felipe Calderón hizo erupcionar al Popocatépetl.
Por lo pronto, ya tomó instalaciones ferroviarias concesionadas y decretó que aunque no tiene más que 200 pesos en la cartera y no sabe usar tarjetas de crédito ni chequeras es capaz de administrar un banco, aunque el propio ya haya quebrado. También ya negó renovar la concesión de un aeropuerto privado en Monterrey, cuya clase empresarial desprecia y apretó aún más condiciones de inversión en el sector energético. Demandará a un abogado defensor de un convicto que osó provocarle daño moral y seguirá solapando ominosas amenazas a la presidenta del Poder Judicial. Además, aunque algunos sigan dudando, me queda claro que podría atreverse a nacionalizar el Banco Nacional de México o incluso -ya lo sondean algunos de sus aplaudidores- buscar la reelección.
Son tiempos de definiciones que empiezan con decir las cosas como son.
*Periodista, comunicador y publirrelacionista.
@AlexRdgz
