Las chachalacas de Palacio

Alejandro Rodríguez Cortés

Alejandro Rodríguez Cortés*.

Pocos meses antes de la elección presidencial del 2006, el entonces presidente Vicente Fox salía un día sí y otro también a denostar a su opositor y claro aspirante a sucederlo: sí, me refiero a Andrés Manuel López Obrador que no sólo tenía claras posibilidades de ganar, sino que se quedó a unas cuantas décimas porcentuales de lograrlo.

Fox emprendió una cruzada judicial para quitarle el fuero constitucional a quien era jefe de gobierno del Distrito Federal, pero quitarle la protección legal no hizo sino fortalecer políticamente al tabasqueño, que crecía como la espuma en medio de advertencias de que era -yo pienso que siempre lo fue y lo sigue siendo- un peligro para México.

En el intercambio de señalamientos entre la residencia oficial de Los Pinos y el Palacio del Ayuntamiento capitalino, un día López Obrador se dirigió al mandatario y exclamó: ¡cállate, chachalaca! expresión que quedó guardada en los anales de la picaresca política mexicana, y que tuvo consecuencias, porque a muchos no gustó que se refirieran así a un Fox que a pesar de sus frivolidades y su incapacidad política y de gobierno, seguía contando con un importante apoyo popular.

Finalmente, López Obrador perdió aquella elección y la siguiente. Hoy, asume el papel que despreció y se convierte en una chachalaca que arremete contra quien ahora es seria candidata a ocupar su lugar, ese que tanto anheló por años y que quiere heredar a una de las suyas, la más leal, sumisa y manejable, que le permita seguir ejerciendo el poder tras bambalinas.

Xóchitl Gálvez es la AMLO del 2006 y éste último es la chachalaca que aturde todas las mañanas. Como Fox, cree que la hidalguense es un peligro para México porque con ella regresaría lo que supuestamente desterró la mal llamada Cuarta Transformación.

Una vez más miente el presidente. Porque ni él logró transformar al país, cuyo gobierno parece más un viejo régimen priísta que uno progresista, ni Xóchitl es él. Pero el escenario se reedita y los papeles se invierten. El presidente ataca y la precandidata aguanta pero contesta, mientras quienes no la conocían ahora la ubican como opción político electoral.

Como Andrés Manuel en 2006 y en 2018, Gálvez conecta con la gente y transmite un mensaje simple y claro, al igual que su adversario lo hizo hace

6 años, cuando la esperanza de desterrar corrupción y violencia sumó 30 millones de votos. En los días actuales, Xóchitl simplemente ofrece reconciliar al pís, acabar con la incapacidad gubernamental, la indolencia en decisiones de política pública y la destrucción institucional de un gobierno fallido. Claramente busca entusiasmar a millones de opositores pero también sumar a otros tantos arrepentidos de haber optado por el espejismo obradorista. Ni más ni menos.

La andanada de Palacio Nacional viola la ley, porque no solo vemos a un presidente metiendo mano en el proceso electoral en ciernes, sino a un dignatario que utiliza ilegalmente información a su alcance para desacreditar a su rival. Estamos ante el peligroso despliegue de la fuerza del Estado contra una ciudadana, que puede escalar del terreno financiero y fiscal al judicial, con todo lo que ello conlleva de riesgo.

Pero esta vez no será la candidata, Xóchitl Gálvez, quien grite ¡cállate chachalaca! Eso lo deberá hacer el Instituto Nacional Electoral, semi-cooptado por la 4T, o las instancias frente a las que se están presentando las demandas correspondientes, además de los preocupados antigobiernistas en las redes sociales y en los medios d comunicación.

El INE tiene una oportunidad única para mostrar que todavía es quien fue desde su ciudadanización y que por cierto hizo posible que Andrés Manuel López Obrador llegara finalmente a Palacio Nacional, que hoy es una jaula de chachalacas porque las hordas oficialistas vienen con todo contra la nueva precandidata. Xóchitl simplemente seguirá su camino aprovechando todas las oportunidades de crecimiento en su imagen pública que les sigan regalando los rabiosos defensores del régimen.

Los votantes dirán si el final es como el de 2006 o como el de 2018.

 

*Periodista, comunicador y publirrelacionista

@AlexRdgz

(ESTA COLUMNA VOLVERÁ A PUBLICARSE EL PRÓXIMO 6 DE JULIO)

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