Alejandro Rodríguez Cortés

Alejandro Rodríguez Cortés*.

Falta exactamente un año para que Andrés Manuel López Obrador termine su periodo presidencial. Y a pesar de que el lustro que está a punto de cumplirse ha parecido una eternidad, parece que también lo será el último trecho de 12 meses, largos y complicados.

Al presidente de la República le urge presentar y “presumir” logros de gobierno -aunque no los tenga- por dos razones: quiere cumplir así sea cosméticamente su sueño de pasar a la historia como el mejor mandatario mexicano contemporáneo y además alimentar la narrativa electoral que su partido, Morena, requiere para buscar un triunfo absoluto en las elecciones de junio de 2024.

Un resultado electoral que no sea contundente a favor de Morena, al menos como lo fue el de 2018, no empataría con la lógica mesiánica de transformador y gran líder que el propio AMLO se ha autoerigido. Por ello, la guerra de unas larguísimas campañas será cruenta y el oficialismo hará todo lo posible, legal o no, ético o perverso, para triunfar.

Serán eternos y tediosos meses de soportar la presunción de obras faraónicas pero inútiles; de escuchar hasta el cansancio la perorata de un gobierno madrugador, cuyo jefe se despierta temprano todos los días a ejecutar una estrategia de seguridad pública que aunque nos arroja cientos de miles de muertos y desaparecidos, supuestamente “está funcionando”; nos prometerán otras decenas de veces que tendremos un sistema de salud mejor que el de Dinamarca; engañarán a quien se deje con eso de que las finanzas públicas están más sanas que nunca y que México no se ha endeudado, a pesar de estar a las puertas de una grave crisis fiscal y de haber hecho crecer la deuda pública de 10 a 16 billones de pesos en el sexenio; ocultarán que la economía mexicana será más pequeña en 2024 que en 2018; acosarán a medios y periodistas críticos, ya no digamos a la candidata opositora, a quien un día sí y otro también buscarán descalificar a toda costa.

Barriles sin fondo, Pemex y la Comisión Federal de Electricidad seguirán siendo deficitarias pero recuperarán oficialmente la soberanía energética, reforzada con un inexistente pero nacionalizado litio; las mujeres violentadas mantendrán su etiqueta de rijosas y conspiradoras; los niños con cáncer y sin medicinas no dejarán de ser golpistas y los empresarios, conservadores corruptos; los candidatos opositores serán una amenaza para el pueblo bueno y los obradoristas seguirán besando -literal- la mano que les da de comer; los ministros de la Corte traicionarán todos los días a la Patria y los consejeros de organismos autónomos se mantendrán fuera del paraíso cuatrotero, a menos que se rindan a los pies del líder máximo.

¡Un año más de mañaneras! De mentiras diarias y tartamudos desmentidos de media semana. De funcionarios cortesanos y youtuberos lambiscones. De juicios sumarios y listas de culpables en el patíbulo nacional. De más división, encono y polarización.

El escenario no es promisorio. La violencia ronda por todos lados y el crimen organizado acecha también en lo político, como lo hizo en 2021. La necesidad de un enemigo que justifique el encono verbal de la 4T enrarece cada vez más la relación con nuestro vecino del norte, también metido en un proceso electoral. Hay más coqueteo con regímenes dictatoriales y antidemocráticos que con nuestros socios comerciales naturales. Se quiere hacer de México el país líder de la rancia utopía socialista del siglo XXI.

En fin. Falta poco, pero mucho, para que se vaya Andrés Manuel López Obrador, o para que se quede en su reencarnación de doctora, con todos los recursos económicos y políticos a su favor para evitar que gane otra mujer, Xóchitl Gálvez, la hidalguense que si llegara a vencer por un margen reducido, no será reconocida por quien nunca ha aceptado una derrota electoral y que ahora menos que nunca lo hará, porque hacerlo sería renunciar al lugar en el altar de la Patria qué él se ha reservado.

Una pesadilla, pues, que aún podría ampliarse. Un año, con posibilidad de tiempo extra, ya sea por un Maximato consumado o un conflicto postelectoral sin fin.

 

*Periodista, comunicador y publirrelacionista

@AlexRdgz

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