Isaías Villa González*.

López Obrador está siguiente la ruta de los tiranos latinoamericanos de las décadas más recientes: llegó al gobierno a través de una elección libre, legítima y confiable y juró el cargo para “cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes que de ella emanan”, pero desde los primeros meses de su mandato se ha empeñado en pasar por encima de varias de nuestras leyes, comenzando por la propia Constitución.

Para referirse al Estado de Derecho en general, López Obrador ha citado en innumerables ocasiones a dos grandes liberales mexicanos: “Al margen de la ley, nada; por encima de la ley, nadie” (José María Iglesias) y “Nada por la fuerza, todo por la razón y por el derecho” (Benito Juárez). La contradicción radica en que nadie como López Obrador ha pisoteado la ley y ha querido imponer su voluntad caprichosa a todo el pueblo de México.

López Obrador ha tratado sistemáticamente de someter a los otros dos poderes de la Unión (Legislativo y Judicial) y está intentando desaparecer a los organismos constitucionales autónomos. Y, por supuesto, se la ha pasado minimizando y marginando a las fuerzas políticas opositoras, las cuales gozan de representación y legitimidad gracias al voto ciudadano: son fuerzas populares. De igual modo, todos los días descalifica, insulta, maltrata, acusa y agrede a la prensa que lo cuestiona, lo critica y lo exhibe. Y, además, su gobierno ha aplicado discrecionalmente el presupuesto destinado a la publicidad gubernamental, premiando a los medios afines y asfixiando a los medios críticos.

Gran escándalo carga hoy en día sobre las espaldas, esto por ufanarse públicamente de ejercer presión sobre el Poder Judicial cuando Arturo Zaldívar se hallaba al frente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. A este grado de descaro ha llegado López Obrador. Y ahora entendemos por qué incluso pretende refundar todo el Poder Judicial, para que éste se convierta sólo en una oficina de trámites al servicio de autócratas como él.

En conclusión, López Obrador se ha comportado como todo un dictadorzuelo, y no hay día en el que no se muerda la lengua cuando enaltece el gran legado de los liberales del siglo XIX, los cuales volverían a morirse si oyeran la frase más famosa del déspota de Palacio Nacional que se siente el gran heredero del liberalismo mexicano: “Y no me vengan con que la ley es la ley”.

Pero lo peor ha llegado a últimas fechas, cuando ante las sospechas fundadas de que sus campañas de 2006 y 2018 recibieron financiamiento del crimen organizado, con el narcotráfico a la cabeza, López Obrador ha emprendido una rabiosa cruzada en contra de los medios periodísticos que lo han cuestionado al respecto.

Con el rostro desencajado por el coraje e importándole un comino nuestras normas en materia de protección de datos personales, el pasado jueves 22 de febrero López Obrador incluso hizo público el número de celular de la periodista Natalie Kitroeff, jefa de la corresponsalía del periódico The New York Times en México. ¡Así, como lo oyen!

En uno de los países con mayor número de periodistas asesinados, López Obrador hizo público el teléfono de una periodista que sólo se atrevió a formularle, por escrito y educadamente, algunas preguntas sobre el supuesto financiamiento del narco a sus campañas 2006 y 2018.

Con esa reprobable conducta, el autócrata que habita en el Palacio Nacional posibilita que una mujer periodista, que sólo está haciendo su trabajo con profesionalismo y ética, sea hostigada, maltratada, perseguida y agredida por las hordas fanáticas de López Obrador.

¿De veras los mexicanos de bien queremos que esto siga ocurriendo en nuestro país? ¡Obvio que no! Por eso, el próximo 02 de junio votaremos para que México sea un país donde la ley sea respetada… ¡porque la ley sí es la ley!

*Consejero Nacional del PRD

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