Carlos J. Pérez García.
Hay varias claves hacia la elección de junio. Cómo se llega, digamos, a todo lo que el actual gobierno pretende continuar. ¿Y no sería preferible reencauzarlo en una alternancia?
Tratan de enjaretarnos una copia fiel del presidente y viene al caso recordar quién ha sido aquí el original que se aferra al poder, lo que implicaría continuar y agravar la tragedia. O quizá esperar un improbable vuelco posterior de la heredera designada, como el de Adolfo Suárez en la transición española.
En las urnas podría predominar una esperanza de cambio ante deterioros tan significativos a pesar de la falsa narrativa presidencial que inventa “logros” y niega las catástrofes en salud o seguridad. Es la inversa de la triste realidad en esas y otras áreas: educación, progreso social, economía, estado de derecho o lucha contra la corrupción.
Y hay en este período electoral una peligrosa degradación que se desborda al intentarse atajar un nuevo cambio frente a la transformación que resultó un terrible engaño. La inestabilidad complica no sólo las elecciones, sino también el horizonte del país.
El presidente actúa fuera de la ley como gran elector en apoyo a Claudia Sheinbaum y en contra de Xóchitl Gálvez, lo cual confirma una pieza central en los análisis de escenarios actuales y futuros.
Inquieta que esté “dispuesto a todo” y que ha caído de punta a punta en lo que criticaba cuando era un hábil agitador y opositor a gobiernos que no querían dejar el poder, en adición a que nunca ha aceptado una derrota electoral y, ojo, ya desdeña abiertamente la legalidad. Hasta puede acrecentar los enormes costos de su locura.
En cuanto a ideología su nacionalismo populista no sería en realidad ni democrático ni de izquierda, tampoco progresista al desdeñar una economía viable y funcional que haga posible reducir la pobreza. Recurren a la democracia para llegar al poder y luego buscan socavarla para retenerlo en medio de extravíos fascistoides.
No pocos perciben disyuntivas entre dictadura y libertades, entre autoritarismo y democracia liberal o entre retrocesos dogmáticos y avances económico-sociales. A partir del 2 de junio se podría definir incluso la perspectiva de los próximos 20 años.
Eso sí, las votaciones enfrentan riesgos de apatía, indiferencia o resignación que demandan esfuerzos para levantar el ánimo ciudadano, dado que la abstención resulta suicida y debe abatirse sin dejar que sólo el oficialismo la reduzca al comprar votos y transportar votantes a fin de mantenerse en el poder.
Ante la polarización electoral se recomienda que la opción opositora atraiga un importante segmento de ciudadanos indefinidos o cambiantes (switchers) que no se sienten representados por ella sin una lógica de voto. Todo en el marco de múltiples facetas de inequidad.
Es posible que un epílogo de alternancia esté oculto tras la elevada tasa de rechazo o ‘no respuesta’ en encuestas que meses antes de la votación favorecen a la candidata del régimen. Serían votos agazapados por miedo a perder ventajas o bien de indecisos que no dejan de incidir aquí… y que se abstendrán a menos de que sean ubicados y convencidos. Sin duda, la elección aún no está decidida y el voto masivo vendría a ser un buen antídoto para los fraudes.
Aterra pensarlo, oigan, pero la grave descomposición sugiere que no es fácil descartar que en otoño el poder no sea asumido ni por Xóchitl ni por Claudia, aunque la sociedad trate de eludir tales extremos. Este temor igual se asocia a que la exclusión de una de ellas puede llevar a la de la otra.
En fin, no se debería exagerar con represalias contra los derrotados y, en cualquier desenlace, el país va a seguir adelante… aun cuando haya una crisis política y económica. En un entorno tan comprometido, miren, las amenazas al obradorismo pueden abatir la viabilidad real de un cambio. Al salir de prisión, Mandela dijo que tenía que perdonar si quería libertad para construir. Hoy, los mexicanos tenemos que ver hacia adelante y no hacer más difícil una aconsejable transición.
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