Es un régimen que banaliza la muerte

Rubén Cortés.

El presidente es el primero en banalizar la muerte desde su reducto favorito para gobernar: La Mañanera. Esta semana dijo que en su gobierno hay más asesinatos, pero menos violencia. Antes, defendió la venta de playeras con su nombre y la imagen de la Santa Muerte.

La hoja de ruta de sus respuestas, a múltiples masacres, muestra risas de su parte y, banalización, siempre banalización: dijo que cinco jóvenes ejecutados en Celaya tuvieron la culpa por meterse donde no debían: “Fueron a comprar droga a un territorio que pertenece a otra banda”.

Es un régimen que observa la muerte como una fatalidad natural de la existencia humana, desde el momento en que el Jefe de Estado mexicano admite que su sexenio es el más violento de la historia, con 186 mil 206 homicidios hasta ayer, pero dice que hay menos violencia.

Esos 186 mil 206 asesinatos superan por 30 mil los del gobierno pasado y, además, son muchísimos más que los de:

–Carlos Salinas (76 mil 767 homicidios)

–Con Ernesto Zedillo (80 mil 671)

–Con Vicente Fox (60 mil 280)

–Con Felipe Calderón (120 mil 463)

–Con Enrique Peña (156 mil 66)

En el contexto de un país bañado en sangre, escuderos del presidente sacaron a la venta una camiseta con la imagen de la Santa Muerte y un mensaje a su favor, a lo cual el mandatario dijo: “Soy respetuoso de lo que hacen, tienen derecho y eso se llama libertad religiosa”.

Es natural que el estilo sea imitado por sus funcionarios. El doctor López-Gatell jugó con las cifras de muertes en la pandemia como si fueran canicas: “El mínimo estimado era 6 mil, otro era 8 mil, otro era 12 mil 500, y teníamos hasta 28 mil, que se redondea a los 30 mil. Incluso un escenario muy catastrófico que podía llegar a 60 mil”.

Al final, murieron 808 mil 619 mexicanos, 300 mil de ellos debido a la mala gestión del gobierno. Después, en otra expresión de displicencia ante la muerte, López-Gatell aceptó que 30 mil capitalinos no votarían por él para candidato a Jefe de Gobierno “porque están muertos”.

Hanna Arendt acuñó la expresión “banalidad del mal” para expresar que algunos individuos actúan dentro de las reglas del sistema al que pertenecen sin reflexionar sobre sus actos. No se preocupan por las consecuencias de sus actos, solo por el cumplimiento de las órdenes.

Pareciera que el presidente no reflexiona sobre las consecuencias de sus actos. Por ejemplo, tras el paso del huracán Otis por Acapulco, considero que 48 muertos “no son tantos, no hubo muchos; fue más viento que agua”. O cuando señaló una pantalla: “Ahí están las masacres, jeje”.

Es lamentable.

Cuando menos.

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