Jorge Miguel Ramírez Pérez.
Se han agotado los argumentos una y otra vez para demostrar que el asunto de los aranceles, que impone el gobierno de Donald Trump específicamente a México, poco tiene que ver con diferencias sustanciales en lo económico dado que las economías de ambos países están -aunque asimétricas- mucho mas imbricadas que lo que los propios especialistas en el tema pueden disgregar, incluso teóricamente.
Obviamente que los consejeros de la Casa Blanca saben sobradamente que es imposible un divorcio en lo económico, así como los estudiosos y funcionarios mexicanos entendidos en el acuerdo trinacional, lo han declarado bajo diversos planteamientos reiteradamente. Analice Ud. que las alzas en los aranceles no se reflejan en la tarifa aduanera, ésta sigue sin afectación. Raro, ¿no?
No hay que darle vueltas al asunto y entender que el problema esencialmente es de la política-política porque metodológicamente no hay que seguir por sendas erráticas, y especulativas, por el contrario, hay que tratar de destrabar esa maraña que representa una ofensiva progresiva contra México que, de nuestra parte, parece que no se quiere definir con la precisión y las acciones consecuentes que se esperarían.
Pero decir “política” es decir mucho, y a la vez muy poco, si no se busca delinear lo que los socios del norte quieren, y que no han perdido foro para plantearlo, no solo Trump sino sus colaboradores y voceros. En principio, la consabida política de la seguridad nacional estructural para Estados Unidos con la inmigración imparable y la misma seguridad nacional para ambos países, afectada por la fuerza también, hasta ahora imparable, de un crimen organizado con tentáculos en el aparato de poder público no solo en México, (sino también se supone en instancias del gobierno estadounidense) asecha en medio de la promesa de Sheibaum de colaborar.
Hasta allí, la respuesta mexicana ha sido puntual, digamos convencional como en otras décadas, sobre todo; si consideramos que durante seis años se hizo muy poco o, mejor dicho, nada. El gobierno mexicano ha movilizado fuerzas armadas a la frontera norte y el flujo de las caravanas se ha reducido, pero más que por acciones del gobierno mexicano que mantiene incluso los mismos mandos, el desaliento es por la advertencia publicitada que no existen mecanismos para atender a los migrantes, para quienes lo que se les prepara es una recepción en las que el mal trato y las deportaciones imperan.
En lo que a crimen se refiere empiezan las intervenciones aisladamente, se habla de números extraordinarios pero los que vivimos bajo territorios con un alto índice de inseguridad no notamos diferencias considerables, al contrario, la percepción de la inseguridad en Culiacán era de menos del 50% hasta noviembre del 2024 y para el 2025 la encuesta oficial del INEGI de ENSU, publicó que actualmente la percepción de vivir en un entorno de inseguridad es del 90%.
Entonces no hay forma de resolver el conflicto que sí afecta y seguirá afectando en tanto no se llegue a un acuerdo y a su instrumentación.
Resalta que la presidenta Sheinbaum haya declarado en estos días dos aseveraciones que tienen mucha trascendencia sobre este conflicto, por una parte, la defensa a ultranza de López Obrador y por otra, la ratificación de la política del pasado de los abrazos en vez de balazos, con la variante lateral de que no habría impunidad.
Y esta postura es la que revela porqué es eminentemente político el tema con México, porqué los señalamientos directos de los gobernantes de Estados Unidos, comenzando con Trump de una “intolerable alianza de los criminales con el gobierno mexicano” exhiben que, durante el gobierno de Obrador, se produjo destacadamente esa alianza. Las pruebas son inevitables en tanto que se han filtrado datos de gente en prisiones estadounidenses, es decir testigos bajo control del gobierno de allá; como de las declaraciones del propio Obrador que hicieron coincidir los rumores y las expresiones valerosas de un íntimo colaborador del presidente mexicano, como fue Muñoz Ledo, artífice de su carrera política que evidenció públicamente su aferramiento a mantener una amalgama con los criminales, como parte de la sumatoria del poder propio.
Pero no solo la jefa política de México, se lanza directo retando la política de la potencia, sino también el capitán de los empresarios mexicanos Carlos Slim, ahora directamente ha recomendado aliarse a fondo con China, en una aventura plena de falacia que dragonea que los chinos nos compren más de lo que le vendemos a los gringos…. Órale.
Debe estar muy molesto Slim, aval de López Obrador en su momento, ante las élites mundiales del billete y principal beneficiario de los negocios en ese régimen; después de la vapuleada que le dio Elon Musk al decir que el magnate mexicano debía su enorme fortuna a negocios ilícitos. Lo que parece no ha sido hasta la fecha desmentido por el aludido. ¿Será que Carlos Slim eslabón en México, de la comercialización de tecnología digitalizada de los chinos, le importa un comino que se considere por parte de Washington ésta, como un instrumental de espionaje?
¿De qué se trata, de rascarle las garras al tigre con tal de defender a Obrador?
Lo que se esperaría de acuerdo a la narrativa de las mañaneras, es que Obrador saliera de sus escondites y diera la cara, y en todo caso se presentara ante sus acusadores, si es que no tiene nada que ocultar, porque no vale más su seguridad que la de los millones de mexicanos que saldríamos todavía más perjudicados en una confrontación violenta con Estados Unidos.
El macuspano ha dado muestras de poca hombría al usar las faldas de Sheinbaum, y comprometer a Slim, al retar abiertamente lo que sabe que le duele a Estados Unidos, una alianza con China en temas de relevancia como los de tecnología. Es el momento de analizar sin apasionamientos la historia y la conducta cómplice de el expresidente que con frivolidad sigue manipulando el país de modo oprobioso.