Jorge Miguel Ramírez Pérez.
Muchos analistas convencionales y sobre todo algunos desconocidos, mediante el surgimiento de artículos aparentemente independientes pero auspiciados por el gobierno chino, concluyen que el daño del efecto arancelario va a afectar en primer término a la economía de los Estados Unidos.
Señalan coincidentemente que todo se dirige a una recesión que hundirá al gobierno de Trump y apuestan a que el electorado que lo apoya se irá hacia otra alternativa, que no dicen cuál, pero que creen, que ese espectro tomará las riendas para dar marcha atrás, y lo que tampoco dicen, pero suponen que lógicamente el lector concluye, dejar a China como amos del mundo, para hacer y deshacer.
Argumentan los amanuenses asiáticos o proasiáticos, en inserciones pagadas que solo dependen de más del 12% de sus exportaciones a Estados Unidos, porque desde el primer gobierno del neoyorquino se prepararon para reducir la dependencia. No dicen que una reducción del 5% los pone en quiebra total.
Esta parte de la propaganda roja tan famosa desde los tiempos de Mao Ze Dong el autócrata dictador que nunca se lavaba los dientes, es muy conocida desde hace décadas y es un alud de desinformaciones planificadas por el aparato de inteligencia de Xi Jinping, en la que la implacable maquinaria establece consignas en la materia de las relaciones internacionales para sostener con aliados e indecisos, un frente para evitar el descenso de poder que les va a asestar el golpe arancelario que viene evidentemente dirigido a cimbrarlos, y a obligar a los demás a renegociar su dependencia económica o militar con Estados Unidos.
Inusitadamente el Jefe chino ha desplegado reuniones con jefes de gobierno y con CEOs de empresas poderosas en las bolsas internacionales y ha difundido tales encuentros en las redes, con el cuidado de no comunicar detalladamente las declaraciones en ambos sentidos. Por otra parte, afanosamente buscan los burócratas chinos, en los organismos internacionales y en los medios incluso de mayor circulación de Estados Unidos funcionarios y periodistas que operaron en la última década a favor del crecimiento de poder de China, ya sea por cooptación económica directa, política o por antipatías hacia el grupo gobernante en Washington. En México, lo menos que dicen la mayor parte de las plumas de la comentocracia es que Donald Trump es rudo y que fracasará en su intento de someter a los países con el asunto arancelario. Pero no se explican que hasta México empieza a respirar gobernabilidad, algo indudablemente perdido.
El ambiente de incertidumbre se ha intensificado y la tendencia masiva, como siempre, en estos casos es lo más parecido a una nostalgia por la pérdida en el pasado, de la “tranquilidad” de saberse navegando en un buque plácidamente, sin comprender que inexorablemente su derrotero era desplomarse en un abismo irreversible. Ahí es donde debían iniciar su análisis los sesudos críticos de la política trumpista. ¿O cómo se imaginaban los intelectuales que se iba a resolver la deuda estadounidense?
En seguida se debería analizar la tendencia monopólica de China por controlar la economía mundial sin otorgar beneficios sustanciales a la comunidad internacional, a la que le compran insignificancias, a cambio de inundar sus mercados de consumo con todo tipo de mercancías a precios incompetibles forzando el desmoronamiento de las economías nacionales imposibilitadas a mantener precios que provienen desde su origen, como máquina de producción, de generaciones de mano de obra esclavizada sin derechos de ninguna especie y bajo regímenes de hambre; para acumular capital no solo suficiente para solventar una nación, sino con el objetivo firme de lograr el dominio político y económico mundial, ya que no hay otra razón para haber escalado a utilizar como se hizo en laboratorios chinos y con aliados inconfesables, la pandemia que azoló el mundo sin misericordia humana.
Este tema para los que no han visto ni quieren ver el panorama y siguen pensando en soluciones sentimentales porque se ve que nunca han tenido que vérselas cara a cara con las trampas reales del poder , es una escalada china, la tercera por atacar a Estados Unidos después de la segunda guerra mundial, la primera fue con la guerra de Corea en los años cincuenta, en los sesentas, con la guerra de Vietnam y hace poco, en marzo de 2022, fueron drones chinos dirigidos contra las instalaciones petroleras sauditas de parte de los hutíes de Yemen subvencionados por Irán, causándole a Estados Unidos una grieta con Arabia Saudita, que dependía del escudo tecnológico arrendado a Estados Unidos que quedó en entredicho. La malicia les anima.
China con audacia se metió en el cercano y en el medio oriente en el ataque de los rebeldes hutíes, desconsiderando ya lo sucedido en 2020 durante el primer gobierno de Trump, que el operador de la conspiración islamista el comandante de la guardia Quds y jefe estratégico de Hezbolá, Quasem Soleimani calificado como el terrorista número uno, había quedado hecho pedazos por dos misiles Hellfire R9X junto con su convoy en el aeropuerto de Bagdad, donde se le identificó por un anillo engarzado en una piedra roja. Esos son datos al alcance de los medios, pero también ha habido publicaciones de los robos tecnológicos de parte de China a empresas y a laboratorios tecnológicos de EUA que han impactado en el plano diplomático sin solución.
La tarea de Donald Trump es vasta y este golpe arancelario también hay que pensarlo como parte del coste de la economía de guerra que debe asumir Estados Unidos como fue durante las dos guerras mundiales en la primera parte del siglo pasado y la guerra fría durante la última parte. A la vez, se busca forzar la reducción de las tasas de parte de la Reserva Federal como beneficio inmediato de la deuda, al tiempo de moderar el consumismo irrefrenable de los estadounidenses.
En esta guerra comercial arancelaria busca el equipo de Washington un primer tamiz de identificación comercial y económica para determinar con quienes cuenta y con quienes debe ubicar como indecisos o aliados con la ahora principal amenaza de la seguridad de EUA, que es China; sin desdeñar que con Rusia la amenaza es estratégica, pero como en los setentas, debe EUA mantener lo más lejos posible a los dos gigantes, al asiático y al euroasiático, tarea esta última que sí o sí, le tiene que entrar la débil Unión Europea, atestada de influencia islámica.
El pasado no es reeditable. Y se ve claramente que el globalismo y la imposición forzada del esquema democrático, así como las irrealizables propuestas de la agenda 2030 y otras fumadas ya no tienen patrocinador. La caída de la subcultura woke, el marxismo neo romántico serán una de las peores pesadillas de un pasado hoy desinflado; la apuesta de Hillary operada por Obama y por Biden, se cayó, no tienen con quien liderar ese mundo bizarro. Donald Trump yo dudo que se debilite. Los estrategas entienden que es una transición geopolítica imparable de la misma potencia junto con sus consecuencias, que obviamente son mayores, se estará reconstruyendo todo el sistema histórico mundial, no hay un exclusivo fin arancelario, es una reorganización mundial…