Carlos Loret de Mola

Rubén Cortés. 

La importancia de los reportajes de Carlos Loret de Mola, sobre los poseedores de bienes y dinero (en un gobierno que sataniza los bienes y el dinero) es que ya les hizo imposible venderse como dueños de una honestidad imposible, por inmaculada. 

Es de festejar el trabajo de Carlos, quien es, cada día más, una honrosa excepción en nuestros medios (junto con un puñado de columnistas y un par de diarios y programas radiales) para mantener viva la diferencia de opiniones y líneas editoriales. 

Es entendible la molestia en la élite de la 4T con su labor periodística: les demuestra que son iguales a las élites del poder que tanto criticaron, porque sí, sí les encanta la lana (como a casi todo mundo) y no tienen ninguna superioridad moral sobre nadie.

Porque la honestidad no se obtiene por decreto, al estilo de la 4T de yo soy honesto porque me da la gana y punto. Ahí está el problema de fingirse Gandhi sin serlo, y de hacer creer a los que menos tienen, que quienes tienen más que ellos son ladrones. 

De ahí la urticaria que provocó en la titular de la Función Pública y en su esposo estrella de la TV del gobierno, el reportaje que indica que su patrimonio inmobiliario es de 60 millones de pesos, cantidad cinco veces mayor a la que aparece en su declaración patrimonial. 

Sin embargo, ¿cuál es el problema, si ambos están en el medio siglo de vida y han trabajado siempre? ¿Acaso no es posible que hayan administrado bien sus recursos? ¿Por qué no consideran un triunfo de vida que, a los 50 años, tengan cinco casas y una finca? 

Ah, no lo consideran un triunfo porque se metieron en la trampa de una doble moral insostenible, de una pureza imposible en seres humanos normales, y en una manera hipócrita de vivir, que les está sabiendo a hiel. 

Como la titular de Segob, quien hasta poco mostraba en revistas del corazón su glamurosa vida y cabello platinado, y hoy se disfraza con chambrita y cabello canoso para parecer una persona diferente, aunque tenga depa de 11 millones en Hoston, y casa en Las Lomas. 

Debería de ser visto como algo lógico en una mujer de 73 años que fue ministra, notaria, magistrada del Tribunal Superior de Justicia, abogada, profesora universitaria. Y no es bien visto, porque su gobierno glorifica la pobreza. 

Pero la pobreza nunca es gloriosa: es tristísima. Y nadie en el primer círculo de la 4T es pobre ni quiere serlo jamás, aunque sientan horror a parecer ricos. Y de pena ajena verlos en publico, mientras ocultan sus relojes, y la etiqueta de la vestimenta. 

¡Hasta embuchan el vino a escondidas!

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