Última oportunidad para AMLO

Alejandro Rodríguez Cortés*.

Los días o semanas que resten para que la famosa línea ascendente de contagios por coronavirus en México se aplane y con ello se dé el punto de inflexión que nos conduzca a recuperar nuestros espacios públicos, nuestra productividad plena y nuestra necesaria convivencia social, constituyen un largo y penoso tiempo si lo medimos en vidas humanas o sufrimiento por los enfermos, pero también un breve suspiro para que Andrés Manuel López Obrador rectifique y nos guíe a un mejor futuro.

La crisis en la economía nacional es inevitable y la recesión será compartida a nivel mundial. Pero las decisiones de política pública en cada país determinarán el desplome pasajero de un año, o la caída a las tinieblas de la peor depresión económica en la historia moderna.

Mientras el lastimado sistema mexicano de salud y el ejército de héroes de bata blanca, cofias, guantes y mascarillas hagan frente al pico de la pandemia, el secretario de Hacienda y Crédito Público deberá convencer a su jefe el presidente de la República que debe -por principio económico y por deber político y ético- cambiar la visión mostrada hasta ahora y destinar recursos a apoyos fiscales y directos a las empresas.

No bastan los créditos blandos para que las millones de unidades productivas recuperen lo perdido en las semanas de cuarentena. No son los programas de apoyo común impulsores que hagan pagar salarios caídos por la emergencia o para aguantar mientras los compradores, los clientes, vuelvan de regreso.

No bastan transferencias directas a la clientela política natural del presidente para que puedan reactivar el consumo. ¿Dónde consumirán ellos y las clases medias si los negocios estarán quebrados?

Hace falta empatía y pragmatismo político para recuperar recursos fiscales ocupados en obras insignia e icónicas de esta Administración y destinarlas a tender la mano a quienes hacen economía, a los que generan empleos. Sí, presidente, a los empresarios a quienes mide con el mismo y endemoniado rasero de la descalificación, de la estigmatización en el ramplón mapa de ricos y pobres, de desposeídos buenos en contra de malvados dueños de empresas.

Es necesario tomar deuda pública. Suponiendo sin conceder que en el pasado se hizo así y los recursos se desviaron totalmente a otros fines,

asegúrese de que éste no sea el caso y el endeudamiento se servirá y se pagará con la propia actividad oxigenada y recuperada.

El líder de la mal llamada Cuarta Transformación no se ha dado cuenta que su cruzada por cambiar México hacia su visión y por la que votaron millones de personas se topó con un virus que significará un antes y después del mundo entero.

Cambiar de ruta porque las condiciones cambiaron es algo elemental.

López Obrador lo debe hacer, y quienes no estamos de acuerdo con su proyecto lo apoyaríamos. Llegó el momento en que acepte que las cosas no saldrán como lo tenía previsto, pero que tiene la gran oportunidad de pasar a la historia -su sueño personal y político- como el mandatario que sorteó la mayor dificultad del siglo XXI sin que el país sufriera un mayor daño que el esperado por la magnitud de la emergencia.

El lugar común de que las crisis representan oportunidades no puede ser más palpable, real, en estos momentos aciagos.

No importa si el de las mañaneras lo hace simplemente por preservar su popularidad y su innegable estrella del político mexicano más influyente y relevante de los últimos años. El país y sus habitantes le estaremos reconocidos si evita la catástrofe que viene. Lo que no se valdrá es culpar al virus de ésta.

Porque si sigue montado en su macho de que él está bien y quienes no coincidimos somos sus adversarios; si sigue echando dinero fiscal al barril sin fondo que es Pemex, ya lanzado por las calificadoras fifís al basurero de la historia de los bonos financieros; si se empeña en no adaptarse a las nuevas circunstancias del mercado petrolero; si no lanza un plan integral, nacional, con todos los consensos necesarios para jalar juntos a la recuperación económica, entonces el tsunami de la depresión económica nos arrastrará y él ocupará el lugar del peor mandatario de la historia de México.

Nadie desea eso, porque es un destino común y no sólo el de un político que ahora vive en Palacio Nacional.

El COVID-19 avanza y llegará a su cenit. El tiempo que pase para ello es el que le queda a Andrés Manuel López Obrador. Es su última oportunidad.

*Periodista, comunicador y publirrelacionista

@AlexRdgz

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