La inútil agenda de la 4T

Raúl Tortolero.

La agenda de la 4T es una de las más inflexibles en la historia moderna de México. Sus proyectos parecen extraídos únicamente de los apuntes tomados durante los 18 años de lucha de López Obrador por llegar a la Presidencia, y de sus impresiones positivas de gobiernos como el de Echeverría y el de López Portillo. Pero no de voces de expertos, del consenso, de una decisión de Estado.

Tales planes no son útiles para encarar positivamente la crisis económica que sufrimos hoy, y no incluyen superar la pandemia y reforzar el sistema de salud a largo plazo. Hoy Pemex es calificado como basura, el barril de petróleo vale lo que unos cigarros, y Dos Bocas sigue tan campante.

Las agendas públicas deben ser sensibles -y flexibles- para poder ser útiles para el desarrollo de un país. Una agenda cuadrada, que no cambia pase lo que pase, que no sabe adaptarse a los tiempos, a las emergencias, no es realmente una agenda, sino una obstinación política.

Dos Bocas ha mostrado ser un proyecto demasiado caro –su costo se elevaría a 190 mil 400 millones- y sería poco productivo y muy contaminante, por lo que valdría la pena reencauzar sus recursos hacia la salud y la activación económica. También, a la educación, claro, verdadera llave del desarrollo. Y a la infraestructura.

El presidente López Obrador no parece escuchar a nadie. Ni en su gabinete ni fuera de él. Escucha su propia voz, pero ésta viene del pasado, y hoy está desfasada. Rebasada por la realidad. Estamos en plena crisis y por ejemplo, no gasta. Resultó más neoliberal que Von Hayek. Provoca una parálisis. Nadie actúa así hoy.

A nivel nacional, en la clase media, en el empresariado, en la industria, en muchas comunidades universitarias y culturales, predomina una sensación psicológica de desasosiego, de gran vulnerabilidad, porque el mandatario no gobierna para todos. Durante décadas aprendió a rechazar a quienes no opinaban como él, y hoy francamente hace a un lado a amplios sectores sociales.

Esto no parece importarle, porque piensa que esos sectores no lo condujeron a la silla presidencial. Y tiene razón. Habría tomado la decisión de atender únicamente a sus 30 millones de votantes, mediante un esquema de gran asistencialismo -electorero, por supuesto-.

Con eso le basta. Y este conocimiento electoral parece definir la agenda: todo lo que planea será útil para esos 30 millones. Pero la verdad de las cosas es que los más pobres en México –su nicho-, no van a salir de la pobreza en lo más mínimo. Sólo reciben dádivas. No se están integrando a cadenas productivas. El asistencialismo no deja nada bueno a mediano y largo plazo.

Esta agenda es una de elefantes blancos, inútiles, y faraónicos. Y de paternalismo, en grande. “Papá gobierno is back”. México se está hundiendo: proyectos como Dos Bocas, Santa Lucía y el Tren Maya, deben suspenderse. Por el bien de todos, de los más pobres en primer lugar.

En el gobierno, empero, hay voces menos cerradas, con quien la oposición se puede sentir un poco mejor comprendida. Por ejemplo Marcelo Ebrard, quien no es un ningún radical. Con él se podría llegar a acuerdos, ahora incluso sobre el manejo de fondos extras para los estados ante el Covid-19.

La GOAN ha impulsado el diálogo y hace excelente contrapeso. Los estados son los que enfrentan la responsabilidad del día a día ante los infectados. Son los que ponen la cara. La Conago habrá de hacer su parte. Como el CCE y la Coparmex. Porfirio Muñoz Ledo está de acuerdo en revisar el Pacto Fiscal, y al parecer, en cancelar Dos Bocas.

La suma de voces, de un lado y del otro, en torno al bien común, podría hacer que esa agenda ciega y cara que hoy conocemos, se vea modificada pronto, generando un gran consenso y verdadero desarrollo.

Twitter: @raultortolero1

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