La retórica de la 4T

Alejandro Rodríguez Cortés*.

A pesar de que como aspirante a la Presidencia de México Andrés Manuel López Obrador mantuvo una narrativa consistente y machacona que lo llevó a convencer durante 18 años a millones, ya como gobierno en funciones la retórica de la mal llamada Cuarta Transformación se ha convertido en un torbellino de contradicciones y en una montaña rusa de afirmaciones encontradas.

El mejor ejemplo de ello es la calificación que le da el primer mandatario de la nación a las consecuencias que ya desata la pandemia del coronavirus. “Es la crisis del modelo neoliberal”, afirma sin rubor, y justifica por supuesto que es mundial, como queriendo lavar desde ya sus culpas al frente del gobierno mexicano.

Retórica tramposa, por decir lo menos ¿O creen que nuestro presidente de verdad piensa que el virus Covid-19 se hubiera replegado si prevaleciera su modelo setentero de proteccionismo comercial y Estado interventor?

Me niego a aceptar que si AMLO está en sus cabales, piense que la muerte de cientos de miles de seres humanos tiene que ver con modelos de conducción política y económica. El virus ahí está y el mundo está en ascuas por ello.

Más bien se monta en la crisis sanitaria para mantener un discurso ya insostenible, porque si criticó el crecimiento económico mexicano del 2 por ciento en promedio durante los últimos años, en 15 meses de gestión tiene detenido el motor productivo nacional, incluso mucho antes que la epidemia.

Lo peor de todo es que la mentada crisis neoliberal se resolverá según la lógica andresiana con el instrumento más neoliberal que puede existir: un tratado de libre comercio.

De locos. Reacio a gestionar un verdadero programa anticíclico que brinde estímulos fiscales a las empresas para preservar empleos, el presidente les dice a los empresarios -los mafiosos del poder según él- que no se preocupen porque ahí viene el nuevo TMEC, que entraría en vigor en julio según el tabasqueño y su amigo buleador, el presidente Donald Trump.

¿En qué quedamos?

El mismísimo imperio norteamericano, salvajemente capitalista, destina ya billones de dólares para que las empresas gringas aguanten el paro económico, pero el macuspano sigue pensando en que eso va en contra de la justicia social.

O sea. Espérense un par de meses. Ya tendrán oportunidad de seguir explotando a sus empleados cuando se normalice el intercambio comercial con nuestro vecino país del norte. Olvida que la inmensa mayoría de los pequeños empresarios no tienen ese tiempo. Vaya, ni siquiera son exportadores.

Pero el sube y baja de declaraciones procede. López Obrador se dirige en un mensaje dominical a las clases medias y les dice que ya tiene una estrategia para apoyarlas: les asegura cero corrupción, promesa incumplida en casi año y medio de gobierno; compromete paz con justicia social, en el año más violento de la historia reciente; es magnánimo con no establecer nuevos impuestos, pero aprieta la fiscalización en tiempos de crisis; asegura inversión pública en un año donde los proyectos del sector construcción llevan un 6 por ciento de avance.

Mentira tras mentira.

Habla de que apoyará al 70 por ciento de la población, pero olvida a varios miles de burócratas a quienes quiere quitarles el 25 por ciento del sueldo y su aguinaldo anual, por no hablar de los innumerables despidos en el sector público durante su administración.

Combina la presunción de que en México hay libertad de prensa con descalificaciones a medios y a periodistas, con un cuadro de honor donde están quienes no solo defienden sus despropósitos e ignoran sus contradicciones, sino que lo adulan hasta la abyección.

Habla de democracia y da su primer autogolpe de Estado: el presupuestario. Porque no puedo calificar de otra forma su iniciativa de ley para autoasignarse facultades plenas y discrecionales en el manejo de los recursos públicos, sin latosos comités legislativos o normatividad secundaria en el complejo manejo del Presupuesto de Egresos de la Federación.

Pero la joya de la corona en la retórica de la 4T está en un decreto recientemente expedido: “se crearán 2 millones de empleos”. Así quedará escrito en piedra, aunque ya se hayan perdido casi medio millón de puestos de trabajo y sea materialmente imposible revertirlo durante lo que será la peor recesión en la historia moderna de México.

No porque se deseé. El mundo paró y habrá consecuencias. Pero el Presidente de México sigue más preocupado en lo que dice que en lo que hace.

*Periodista, comunicador y publirrelacionista

@AlexRdgz

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