Las razones de la recesión

Alejandro Rodríguez Cortés*.

En cuanto el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), confirmó el jueves pasado que la economía mexicana decreció durante el primer año calendario de la mal llamada Cuarta Transformación, se desataron todo tipo de comentarios en redes sociales y espacios periodísticos, unos para analizar las causas de la tragedia económica de 2019 y otros muchos que rápidamente tratan de justificarla.

El primero en minimizar el dato de que el Producto Interno Bruto mexicano cayó un 0.1 por ciento anual fue el mismísimo presidente de la República. Sí: el mismo Andrés Manuel López Obrador que durante 18 años criticó el modesto crecimiento del PIB registrado durante gobiernos priístas y panistas.

A pesar de que en campaña o incluso hasta hace muy poco tiempo prometió que México crecería desde el inicio de su gobierno -incluso lanzó una apuesta desde el púlpito presidencial mañanero- López Obrador desestimó los datos oficiales y habló de que lo importante no es el crecimiento sino el desarrollo. Vaya debate.

Las bien organizadas hordas de voces apologistas de la 4T buscaron en el exterior las razones de que el pobre México no haya crecido a pesar de la llegada de su mesías al poder: la incertidumbre por la firma del TMEC, que según ellos ahora traerá casi automáticamente el desarrollo económico; la desaceleración registrada en países como Alemania; la reducción en la actividad productiva propia del primer año de un gobierno sexenal, o hasta un supuesto boicot del sector privado para no invertir en proyectos productivos, y así dañar deliberadamente el proyecto lopezobradorista.

Olvidaron algunos pequeños detalles, datos duros: por primera vez la economía nacional se desligó de la estadounidense. Esto es: México nunca dejó de crecer en un año en el que nuestros vecinos lo hicieron. Y en 2019 el PIB americano avanzó 2.3 por ciento. Nosotros caímos.

Si bien las cifras del INEGI muestran claramente un menor ritmo económico desde la segunda mitad de 2018, éste se intensificó a partir de la absurda decisión de cancelar la construcción del aeropuerto internacional de la ciudad de México, y se manifestó con toda su fuerza desde segundo trimestre de 2019, a partir del cual tuvimos decrecimiento por tres periodos trimestrales consecutivos.

Es muy claro, a pesar de que haya quienes justifiquen todo con tal de no contradecir el discurso oficial: la confianza en México quedó mermada, la incertidumbre de los inversionistas hizo que se replegaran y no canalizaran recursos a la economía lo que, aparejado a un subejercicio del gasto público para obtener recursos que fondearan los caros programas sociales de AMLO, simplemente tumbaron nuestra economía.

Por si eso fuera poco, y aunque también sea minimizado desde Palacio Nacional, está el factor de la seguridad interna: 2019 fue el año más violento desde que se miden los índices delincuenciales en nuestro país.

La razón de la recesión no está pues en factores fuera de la responsabilidad del propio gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

Decir que a México le fue mal por culpa de China, de Alemania o de las bravuconadas de Trump -a quien por cierto el mandatario mexicano no ha hecho sino complacer- es simplemente no querer ver la realidad.

México no decrecía en un año desde la gran crisis de 2009, que sí fue generada por factores externos, eso es un hecho incontrovertible. Hoy existen condiciones internas desfavorables, un discurso antiempresarial y la soberbia de quien tiene el poder y se niega reconocer errores y corregir políticas públicas equivocadas.

Desgraciadamente pareciera que esas condiciones no cambiarán en 2020, en el que habrá -ahora sí- factores externos que pueden afectar aún más nuestro devenir económico: la materialización del Brexit, las consecuencias de la crisis sanitaria en China y la campaña política y elección presidencial en Estados Unidos.

Será la última oportunidad para el gobierno del supuesto cambio.

Porque con 2021 llegarán las campañas para elecciones intermedias que renovarán 13 gobiernos estatales y la totalidad de la Cámara de Diputados. Y los grandes pendientes de los soberbios cuatroteros, la economía y la seguridad de las personas, pasarán su factura.

*Periodista, comunicador y publirrelacionista.

@AlexRdgz

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