Carlos J. Pérez García.

Poco tendrían que ver unos con otros, pero la ausencia de resultados ya empieza a desesperar y equipara temas muy distintos que compiten por visibilidad ante los medios. Él crea sus asuntos y algunos más le molestan al grado de que afectan sus reacciones… Ayer viernes ya no aceptó preguntas de mujeres mientras afuera las feministas (que consideró “grupos de poder”) hacían pintas en el amplio frente de Palacio Nacional: Asesinos. Nos matan. Feminicidas. Violadores. Fuera AMLO. Presidente indiferente.

A casi 15 meses de gobierno, incluso los más experimentados en el Gabinete enfrentan ya múltiples dificultades, en parte por las omisiones o intervenciones presidenciales en sus áreas, además de que tienen que seguirle la corriente a su jefe. Muchos votantes suspiraban por un hombre fuerte que centralizara el poder sin tantos obstáculos para resolver los problemas nacionales, pero esta no es una condición suficiente y menos en un mundo tan complejo.

Pasa tanto tiempo ante cámaras y micrófonos que si no toca un tema la gente piensa que no es prioritario, y aún más cuando evita que lo distraigan de sus ocurrencias. Así sucedió el martes 11 que se encabronó porque le preguntaban sobre los crímenes de género y él promovía sus cachitos de lotería. Es increíble que desde la Conferencia Mañanera en la que manda señales, el presidente se resista a que las interrogantes sobre feminicidios puedan opacar sus largas y entretenidas presentaciones de la rifa o coperacha con la foto del avión que no quiere usar.

El feminicidio viene a ser algo tan grave como vergonzoso e inaceptable, y debe tener una alta prioridad entre las acciones conjuntas del gobierno y la sociedad, en tanto que los distractores presidenciales podrán ser muy divertidos pero de ninguna manera constituyen acciones gubernamentales. Y, claro, tiene que haber prioridades más razonables que los desplantes demagógicos para la exacción de dinero.

Los ridículos de las rifas insólitas, las fechas de puentes, los cheques sorpresa y otras ocurrencias o invenciones no pueden tapar ninguno de tantos dramas que empiezan a incendiar al país. Entre la ya pronunciada caída del empleo y el ingreso, así como el empeoramiento de la inseguridad y la división social, resalta el desbordamiento de la cobarde violencia machista o misógina contra las mujeres, que se manifiesta en distintas formas.

Es así que los feminicidios pasaron de 912 en 2018, en medio del fracaso del gobierno priista para contener el descontrol de la violencia al cierre del sexenio, hasta 1,006 mujeres asesinadas en 2019. Este aumento fue ligeramente superior al de la cifra total de asesinatos estos años: 34,655 el año anterior y 35,588 en el año más violento de la historia mexicana desde que se llevan registros.

La cifra global de homicidios creció 2.7 por ciento, mientras que la de feminicidios tuvo un incremento de casi 3.1 por ciento. Y, ojo, la impunidad se elevó todavía más.

En la evidente indiferencia hacia numerosas mexicanas que requieren apoyo y protección, también se cancelaron los albergues o refugios para mujeres que han sido víctimas de la violencia, igual que las estancias o guarderías que tanto requieren las madres trabajadoras o los diagnósticos para las mujeres que pueden sufrir cáncer. Esa falta de empatía o identificación se ha confirmado ahora frente a los homicidios por razones de género, que sólo han merecido reacciones de desdén o indiferencia por parte del presidente.

El asesinato de una mujer, básicamente por el hecho de serlo, fue reconocido oficialmente como feminicidio en las leyes mexicanas en 2012 con varias causales que acreditan esas razones de género. Y la Organización de las Naciones Unidas ha estimado que 6 de cada 10 mujeres mexicanas han sufrido violencia de género durante su vida, lo cual suele preceder al feminicidio.

Todo ello continúa en aumento a pesar de los esfuerzos federales y estatales, al igual que diversas organizaciones de la sociedad civil. Las alertas de género no han mostrado eficacia como protocolos especiales para atender un problema específico.

Veo que en los últimos 4 años este grave delito se incrementó más de 100 por ciento al pasar de poco más de 400 casos totales (0.7 por cada 100 mil mujeres) a casi 900 casos (1.5 por cada 100 mil). De acuerdo al Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP), Ciudad Juárez y Culiacán son los municipios con mayores números absolutos de feminicidios, seguidos por Monterrey, Acapulco y Ecatepec.

Por estados, en estos 4 años los índices más altos por cada 100 mil mujeres se registran en Veracruz, Morelos, Nuevo León y Sinaloa (entre 3.4 y 2.1), mientras que los más bajos de observan en Baja California Sur (0.0), Yucatán, Michoacán y Guanajuato (de 0.27 a 0.38). A su vez, San Luis Potosí ocupa el lugar 12 de 32 entidades con una tasa de 1.3 y 19 carpetas de investigación, según datos de El Financiero a fines del año pasado. En este período las carpetas varían desde 0 a 58 (Nuevo León), 95 (Estado de México) o 147 (Veracruz), con datos más altos en las entidades de mayor concentración urbana.

Nuestro cuestionado presidente ha evitado hablar en forma específica sobre feminicidios, a pesar de que han tenido una amplia e intensa difusión incluso con violentas movilizaciones de rechazo a estos ilícitos. Asimismo, ha sido aparente la manipulación de grupos denominados anarquistas no sólo para causar daños e impactos, sino también para tomar instalaciones de la UNAM y suspender programas educativos.

No es fácil identificar que esas tendencias y su crueldad se puedan asociar a reacciones en contra de radicalismos feministas, pero aquí se confirma que la violencia por sí misma no contribuye a disminuir la violencia. Al desviar la atención y mostrar tranquilidad el presidente mantiene su elevada popularidad, si bien todo eso tiene un alto costo en el ánimo de los afectados y en los esfuerzos necesarios para desenredar estos complejos problemas.

* LAS PERCEPCIONES TIENDEN A ser fundamentales aunque a veces pueden resultar engañosas. Digamos, en la última encuesta de @MassiveCaller, San Luis Potosí aparece con una peor percepción de inseguridad que en Guanajuato y Michoacán, lo cual es absurdo y muestra cierta falta de información… o de credibilidad.

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