El filósofo diligente reconoce que sus saberes son limitados

El filósofo Héctor Sevilla aseguró que “la espiritualidad, de ninguna manera, se ha convertido en artículo light y de consumo. Lo que se ha vuelto consumible son las imitaciones y falsificaciones de la espiritualidad, transmutandola hasta la pérfida postura de asociarla con manuales de superación humana, con recetarios para la iluminación o con listas de posiciones yóguicas para la liberación inmediata”.

México .— El filósofo Héctor Sevilla aseguró que “la espiritualidad, de ninguna manera, se ha convertido en artículo light y de consumo. Lo que se ha vuelto consumible son las imitaciones y falsificaciones de la espiritualidad, transmutandola hasta la pérfida postura de asociarla con manuales de superación humana, con recetarios para la iluminación o con listas de posiciones yóguicas para la liberación inmediata”.

Por lo tanto, hay que poner en duda a los que se autoproclaman gurúes y maestros de la humanidad, a los que se autodenominan salvadores o recreadores de lo divino e, incluso, a los que se ofrecen como pastores de almas, pues todo eso es un retroceso propio del infantilismo espiritual, puntualizó entrevistado por Notimex a propósito de su libro Espiritualidad filosófica, que será presentado en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería (FILPM) el sábado 29 de febrero.

—La espiritualidad a la que aludo, a la que podríamos añadir el adjetivo de filosófica, no admite caminos sencillos, inmediatos o mágicos; tampoco elude la oscuridad para centrarse únicamente en la luz. No se trata de pensarnos conocedores de lo divino y de sus mandatos, sino de contemplar el abismo, reconocer la incertidumbre y vivir la angustia de saberse sin respuestas—, dijo.

Así que, aseveró, tampoco es sensato pensar que sólo algunos seres especiales son los elegidos y que a ellos, por lo tanto, les corresponde dirigir el camino espiritual de los demás: “Eso ha hecho mucho daño. Cada uno es responsable de su vida espiritual, de asumir su manera de relacionarse con el misterio, de asombrarse por los increíbles matices que ofrece una vida tan vasta y llena de oportunidades y colores”.

Con este trabajo, su autor propone retomar, con urgencia, el sitio que le corresponde a la espiritualidad como camino de sabiduría estrictamente personal. “La mística no se encuentra en la filosofía de manera automática, sino en la práctica filosófica, cuando ésta es realizada en torno a desear saber más y vivir con congruencia lo que se sabe. Así como el monje que sigue un hábito diario y se entrega a la búsqueda de Dios, el filósofo diligente también puede dedicarse de lleno a su labor buscando la sabiduría, al mismo tiempo que reconoce que sus saberes son limitados”, expuso.

Profesor e investigador de la Universidad de Guadalajara y miembro de la Asociación Filosófica de México, Sevilla no titubeó en reconocer que un obstáculo común en el filósofo y en otros profesionales es su suposición de que saben mucho, con lo que no dejan espacio a la crítica de sus propios conocimientos o a la adquisición de otros nuevos. “Cuando no se reconocen tan ignorantes como para saber más, se cierran también al misterio. El místico, por el contrario, está abierto al misterio y dispuesto a asombrarse. Por lo tanto, la mística se encuentra en el camino filosófico cuando éste no se cierra al misterio”.

Racionalidad no es lo contrario de espiritualidad

Uno de los puntos claves de Espiritualidad filosófica es lo que Sevilla denomina “el paradigma de la vacuidad”, que consiste, explicó, en reconocer que los conceptos que utilizamos para definir a las cosas no son suficientes, que las distorsionan. “Porque estos conceptos sólo existen mientras haya personas que los crean. De tal modo, los conceptos son vacíos, dependientes de quien los nombra. Las cosas de la vida no tienen valor por sí mismas, somos nosotros quienes construimos su valor”.

Eso da paso, refirió, al desapego, el cual significa liberarnos de la pretensión de que las cosas, las personas o Dios mismo sean como esperamos que sean: “Según lo afirma Nishitani, no podemos llegar al punto de vista de la vacuidad sin antes haber vivido la nihilidad, la cual supone un proceso amargo de desengaño, desamparo y frustración, justo el que acontece cuando notamos que la vida y los demás no existen para satisfacernos”.

Nishitani, comentó Sevilla, fue un filósofo nacido en el año 1900 y una de sus enseñanzas centrales es la distinción entre Dios y Deidad: “Para él, Dios es el conjunto de representaciones que hemos orquestado, creado o construido para entender o dar forma a la Deidad, distorsionándola. Por otro lado, la Deidad es lo que queda una vez que hemos eliminado todas las representaciones, imágenes o supuestos de lo que es Dios”.

Y es precisamente en esa especie de vacío que queda donde habita la Deidad, la cual no es un concepto, sino lo que queda tras la eliminación de los conceptos. “La Deidad no es un Padre amoroso, no es un Dios que tiene emociones, no es ni siquiera alguien superior que se interesa por la vida humana. No obstante, en la historia de la humanidad he sido conveniente para muchas culturas verlo de su parte, como un aliado, a la manera de un guardián o un colaborador de las causas colectivas de un grupo o comunidad”.

Lo que no es, puntualizó, sino una vanidad de alto nivel, una creación humana para evadir la soledad y dotar de mayores fuerzas a nuestra vida. “El gran salto categorial que acontece entre creer en Dios, a partir de la fe, hasta la asunción de la deidad, a través de la mística, es una laudable meta de la espiritualidad filosófica. Resulta comprensible que surjan objeciones a propuestas de este tipo, pues mucho de la emocionalidad de nuestros contemporáneos está enraizada en creerse creación directa de Dios, hacedores de su voluntad e intermediarios de su amor”.

Por último, el también autor de obras como Filosofía transpersonalApología del vacío y Contemplar la nada planteó que la racionalidad no es lo contrario a la espiritualidad; en todo caso, la primera es contraria a los dogmatismos, a los autoritarismos religiosos, al fanatismo, pero no a la segunda. “Necesitamos deshacernos la idea de espiritualidad como práctica catequística o seguimiento ciego de una serie de rituales. Hay claros ejemplos de integración entre filosofía y espiritualidad en Occidente y Oriente. Eckham, Erasmo, Juan de la Cruz e incluso Kierkegaard son interesantes ejemplos de ello; tal como Nagarjuna, Samkara o Nishitani”.

NTX

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