Rubén Cortés. 

Donald Trump se encargó ayer de advertir a todo mundo que el presidente de México va a Washington a visitar al candidato republicano y no al presidente de Estados Unidos: ayer retuiteó fotos suyas de hace una semana frente al muro con México. 

La misma jugada de Trump hace cuatro años al anterior presidente mexicano: unas horas después de visitarlo aquí, dijo en un acto de campaña en la frontera que México pagaría el muro. Sólo que en 2016 casi no se sabía de qué era capaz Trump. Hoy sí se sabe. 

Las fotos refrescadas por Trump delante del muro (y videos de inmigrantes huyendo en la frontera delante de la policía migratoria estadounidense) son su aviso patente de que la visita del Ejecutivo mexicano es en apoyo al tono anti-inmigrantes de su campaña.

Porque lo va a ver en su casa (en plena campaña presidencial) el mandatario de México, que es el país de origen de la mayoría de los inmigrantes en Estados Unidos: entonces, la visita del presidente de México simboliza su aceptación a la política anti-inmigrante de Trump. 

Pero se entiende que el gobernante mexicano aguante vara: el tratado comercial con Trump pretende un flujo anual por 1.2 billones de dólares para la economía mexicana, casi arruinada por el degüello de la inversión privada durante el actual gobierno. 

Por ejemplo, en el gobierno anterior, la inversión privada en México rondaba el 23 por ciento del PIB: un 20 por ciento privada y un tres por ciento publica. Hoy, la inversión privada anda en 18 por ciento del PIB. Una economía casi quebrada por el afán estatista. 

Hablando en plata, el flujo anual de 1.2 billón de dólares que promete Trump, bien vale para México soportar sus impertinencias, su discurso anti-inmigrante y anti-mexicano, cuando dice que “el muro impide que los mexicanos nos traigan el Covid-19”. 

Aún así, ese 1.2 billón de dólares está siendo una amarga zanahoria delante del caballo, ya que, de facto, el presidente de México está tomando partido en la campaña presidencial estadounidense en favor del candidato racista, anti-mexicano y anti-minorías. 

Por lo mismo (por ser Trump el candidato con todas esas características en la campaña), el premier de Canadá se negó a visitarlo ahora junto con el mexicano, lo cual convierte la cita en un viaje puramente proselitista de un gobernante extranjero en favor de Trump. 

Pero el presidente de México lo sabe. Al referirse al viaje ha admitido que “en política siempre se corren riesgos”. Y tiene razón. Sólo que en este encuentro los riesgos son visitar al candidato que va abajo por 15 puntos y el más anti-mexicano de la historia. 

Demasiados escollos, por muy calculados que estén. 

¡Pero valen 1.2 billones de dólares!

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