Raúl Flores Martínez.
Han transcurrido cinco años de la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa, cinco años de cambios de estrategias de búsqueda durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, investigaciones que fueron avaladas por los propios expertos argentinos.
Ahora con el hallazgo de restos de Christian Alfonso Rodríguez Telumbre, algunos funcionarios parecen tener una luz en el camino, pero eso no cambiara la versión que se manejo desde el principio y después se pidió no divulgar, esa versión que de manera traicionera se le escapó al entonces Procurador General de la República, Jesús Murillo Karam, la línea del crimen organizado.
Esa línea que está en los miles de fojas de las investigaciones de la “Verdad Histórica”, los estudiantes fueron ejecutados por el crimen organizado por el robo de algunos kilos de heroína de manera equivocada en los autobuses que habían sido secuestrados para trasladarse.
Lo que es un hecho, sin un sentido de amarillismo, es que los estudiantes desaparecidos, ya están muertos, ya no hay esperanza de encontrar a uno vivo, el dato revelador que dio el titular de la Unidad para el Caso Ayotzinapa, Omar Gómez Trejo, cuando mencionó que “se hará otro envío de restos a la Universidad de Innsbruck, seleccionados de forma consensuada entre los peritos de la Fiscalía y las especialistas argentinos”.
Eso se traduce en algo simple, que esos restos recogidos de la “Barranca de la Carnicería”, pueden ser de otro u otros estudiantes de Ayotzinapa que fueron levantados por los sicarios de la organización criminal Guerreros Unidos.
Aquí debemos hacer un alto para rescatar las declaraciones de los sicarios de Guerreros Unidos: Patricio Reyes Landa, el Pato; Jonathan Osorio Gómez, el Jona, y Agustín García Reyes, el Chereje, quienes declararon que recibieron de los policías de Cocula e Iguala a más de 40 personas, a quienes apilaron y subieron a un vehículo de 3.5 toneladas y a otra camioneta, y tomaron la carretera con dirección a Cocula, para posteriormente dirigirse al basurero de ese municipio, en donde privaron de la vida a los sobrevivientes y posteriormente los arrojaron a la parte baja del basurero; quemaron los cuerpos; hicieron guardias y relevos para asegurar que el fuego durara horas, arrojándole diésel, gasolina, llantas, leña o plástico. Felipe Rodríguez, el Cepillo, da la orden de fracturar los restos de los huesos calcinados para ser depositados en bolsas de basura negras, que luego fueron vaciadas en el río San Juan.
Estas confesiones pueden ser reveladoras, con un solo pero. La tortura ejercida a estos delincuentes pudo generar que equivocaran la ubicación exacta dónde dejaran los cuerpos de los estudiantes, debemos recordad que la “Barranca de la Carnicería”, esta a tan solo 800 metros del basurero de Cocula, algo que no debemos pasar por alto.
