Entre la decepción y el drama

Marissa Rivera

Marissa Rivera.

El luto no cesa. Miles de hogares mexicanos lo han enfrentado. Cada semana, cada día, cada hora, el duelo es permanente. Familiares que no tuvieron siquiera la oportunidad de despedirse de su ser amado.

Según las “cifras oficiales”, hasta ayer, han fallecido 36 mil 327 personas, por Covid-19.

Historias tristes, desgarradoras y dolorosas. Difíciles entender y más complicadas de aceptar. Núcleos familiares que se desmoronan por la pérdida de uno o más de sus integrantes.

Imágenes que no se borran fácilmente de la memoria, donde, entre suplicas y un evidente sufrimiento del enfermo, no puede ser recibido en los hospitales porque no hay espacio.

También casos de quienes no fueron recibidos porque no tenían los suficientes síntomas para ser hospitalizados, pero cuando regresaron ya con los síntomas a tope, ya no había nada que hacer.

O quienes murieron en casa porque no tuvieron la posibilidad de ir a un hospital, mucho menos a realizarse la prueba. La familia solo sabe que falleció porque ya no pudo respirar.

Las de los héroes con bata, los médicos, enfermeras, camilleros, personal de limpieza de un hospital, que han perdido la vida, por su trabajo, frente a un virus mortal, a veces sin las mejores condiciones de seguridad, sin el equipo adecuado e incluso hasta sin descanso. Que murieron intentando salvar la vida de otros.

Son miles de crónicas de cómo hemos vivido la pandemia en México. Y no es poca cosa. Frente a esta tragedia se requiere empatía, no una prepotente mueca de sonrisa.

Sonrisa que ofende como ofenden sus declaraciones. El subsecretario Hugo López-Gatell aseguró que, “muchos tienen la aspiración frustrada de que no se vieron aquí las escenas dramáticas que se vivieron en los países europeos occidentales. Esperaban ver cientos de miles de muertos, esperaban ver morgues llenas y rebosantes”. ¿No le indigna?

¿De verdad cree López Gatell que a alguien le frustra no ver más muertos? ¿Habrá quien gozaría que la tragedia en México fuera todavía peor? ¿Quiénes? ¿Sus adversarios? ¿Los neoliberales? ¿Los sicarios?

Muchas preguntas, pocas respuestas. ¿Qué deberá ocurrir para que el encargado de la estrategia frente a la pandemia considere un drama o una tragedia lo que se vive en nuestro país?

Sí, fueron escenas dramáticas las que vimos en otros países. Nos enterábamos de como crecían las cifras de muertos en España, en Italia, en Alemania. Hoy, de acuerdo a las “cifras oficiales” hemos superado a esos países de los que nos asombraban sus crónicas. Hoy, somos el cuarto país con más muertos por Covid-19 en el mundo.

Es absolutamente cierto que frente a esta tragedia cada quien tiene su responsabilidad.

Los ciudadanos que nos toca hacer lo que nos corresponde y cuidarnos para cuidar a los demás. Atender las medidas sanitarias, usar cubrebocas, quedarse en casa, salir a lo básico, por ejemplo.

Con elocuencia, nos lo restregó López-Gatell: “el riesgo no es para mí, ni para el presidente ni para el gobierno, el riesgo de que repunte la epidemia es para todas y todos ustedes”. 

¿Y el gobierno? ¿A quién le corresponde garantizar la salud de todos los mexicanos?

Les correspondía, nada menos, implementar las estrategias para contener los contagios, presentar información clara y veraz sobre el desarrollo de la pandemia que no ha sido domada y sobre todo apoyar a los ciudadanos que han sido despojados de un derecho fundamental, un sistema de salud que lo arrope, no que le dé la espalda.

Pero ahí vamos, entre la frustración y el drama, cargando el duelo de nuestras pérdidas.

Mientras, las sonrisas y las pugnas políticas desplazan lo principal, la empatía con los ya perdieron a un ser querido, su trabajo e incluso, la esperanza.

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