Cuando las pandemias se juntan

Marissa Rivera

Marissa Rivera.

La salud mental es un tema que pocos tratan, pero a muchos afecta.

Gobierno y sociedad lo han subestimado. En un tema tan estigmatizado que los responsables de los sistemas de salud no la consideran una prioridad.

Pocos, muy pocos recursos se destinan para su atención, a pesar de que la Organización Mundial de la Salud, la ha clasificado como uno de los principales retos para la humanidad.

Los trastornos mentales han crecido de manera importante en las últimas décadas. En el mundo, 7.5 por ciento de la población, padece depresión.

Antes del Covid-19, la depresión era considerada como la pandemia del siglo XXI. Hoy tenemos dos pandemias.

Hace unos meses, la OMS advirtió que la depresión sería la segunda causa de discapacidad en el mundo y la primera en países en desarrollo, como México. El tiempo nos alcanzó.  

Investigadores han explicado que se avecinan momentos complicados para la población mundial.  Se sumarán miles de casos de depresión, ansiedad, estrés postraumático y otros trastornos psicológicos. Una pandemia se sumará a otra.

La situación social que enfrentamos por el coronavirus ha acentuado las crisis emocionales en muchas personas, por diversas circunstancias.

La muerte de sus seres queridos, la pérdida del empleo, la ausencia de apoyo, no tener para comer, el miedo, la resistencia para adaptarse a los cambios, la alteración bioquímica que en muchos de los casos terminan en desajustes emocionales serios, como depresión, entre otras crisis.   

Han pasado cinco meses de la aparición del primer caso de coronavirus en México. Hoy ya son más de 400 mil contagios y casi 45 mil muertos. Este trágico andar aún se estima largo. Con la incertidumbre de ¿cuántos más morirán? ¿Cuándo terminará? ¿Qué es lo que vendrá después?

Porque cada muerte es una historia de dolor y de crisis que muchos sufren en silencio. Familias devastadas por la pérdida de uno o más integrantes. Miles que no han podido despedirse de los que aman. Algunos, en el mejor de los escenarios, han podido reconocer los cuerpos antes de llegar al crematorio.  Otros, no les ha quedado más que confiar en que recibieron las cenizas correctas. ¿Cómo se supera ese dolor? ¿Cómo se enfrenta ese duelo?

Por lo menos 12 millones de mexicanos han dejado de percibir los ingresos que recibían antes del confinamiento. Miles han cerrado sus negocios para siempre. Otros se han quedado sin nada.

Todos, de algún modo, hemos cambiado nuestra forma de vida, de trabajo, de estudio, de relacionarnos socialmente. O hemos vivido procesos dolorosos o momentos difíciles y de angustia durante la pandemia. Han sido meses de estrés y miedo.

¿Cuáles serán las consecuencias para nuestra salud mental cuando todo esto pase?

¿Recogeremos los pedazos de nuestro corazón roto para seguir adelante como refiere Gaby Pérez Islas en su libro La niña a la que se le vino el mundo encima?

Nadie la tiene fácil. Lo lógico sería que se destinaran recursos adicionales para la atención de las enfermedades mentales. Ojalá, pero no lo creo, porque la salud mental siempre ha sido desdeñada y el Estado, ausente ha estado.

La iniciativa para crear una Ley General de Salud Mental en México, que hoy se discutiría en el Senado fue retirada “aparentemente” para enriquecerla. Tenía muchos cuestionamientos.

Pero qué bueno, el simple hecho de colocar en tema en el debate nacional, ya es un gran paso.

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