El reto: recuperar la confianza perdida

Alejandro Zapata.

Aunque han sido tiempos difíciles, en los últimos años y particularmente los meses que llevamos de pandemia, sirven para ahondar de manera más profunda las grandes diferencias y contrastes existentes en el país, que han potencializado una transición crítica con destino incierto, carente de valores y escaso de liderazgos, ocasionando un clima de desconfianza e incredulidad.

En buena medida esas condiciones son provocadas por una administración que ha olvidado los más elementales principios democráticos, que si bien, se encuentra dotada de legitimidad proveniente de las urnas, en el ejercicio de la función pública queda con deuda al limitar su compromiso nacional a la mediatización.

En efecto, nos encontramos inmersos en un entorno que limita las libertades: el virus, la inseguridad y la economía son factores que impiden un desarrollo armónico de las personas y la comunidad y, si a ello sumamos una decadencia de la política e ineficacia del régimen, nos damos cuenta de los enormes retos y adversidades que debemos superar.

Si bien es cierto que la actual administración ha sido duramente criticada, también lo es, que por sus acciones y conducción del gobierno se las gana a pulso. El autor del libro La Desaparición del Estado, don Daniel Montero Zendejas, afirma la necesidad de una moral política a través de dos dimensiones indispensables, la primera como una prioridad necesaria y que condicionan el vínculo social, consiste la práctica de los valores provenientes de la verdad, el respeto a los demás y la responsabilidad de la persona ante sus actos; mientras que la segunda se remite a la construcción de las condiciones para el ejercicio de las libertades.

Como es de observarse, cotidianamente nos engañan con mentiras, el respeto no existe, por el contrario la mofa, descalificación y los motes son eje central en los discursos oficiales y, ni qué decir de los errores, todo es culpa del pasado, justificación permanentemente utilizada para rehuir la actual responsabilidad, sumado al hecho de que es inadmisible el debate y la confrontación de ideas, este último elemento es una práctica común y parte medular en cualquier régimen que se precie de ser democrático, en este resulta inaceptable.

Tal situación es coincidente con las tesis de Trotsky, en su obra La Revolución Permanente, al afirmar, que el burócrata, con las definiciones marxistas, se mezcla al concepto totalizador de casta y no de estructura, al señalar la no especialización de las funciones por cuadros burocráticos, es decir, se atiende al perfil político del funcionario y su lealtad con el régimen sin tomar en consideración el conocimiento y la experiencia en la función.

Así vemos la composición de un nuevo régimen conformado por una élite burocrática que integra el aparato de Estado, en proceso de articulación y consolidación a favor de sus estrechos intereses faccionales, utilizando las capacidades y recursos públicos en su beneficio electoral y en ese entorno, su partido MORENA, queda en segundo plano, únicamente para cubrir la formalidad prestando el registro.

Lo anterior es un riesgo latente en el próximo proceso electoral, que prácticamente ha comenzado, en el país están en juego múltiples intereses públicos de trascendencia superior, en principio el fortalecimiento del sistema democrático y sus equilibrios, mientras que por otro lado, ponen a prueba a los Partidos Políticos y su responsabilidad histórica, esencialmente en impulsar a liderazgos probos, congruentes, honestos y responsables para la reconstrucción nacional, en síntesis, que sean capaces de recuperar la confianza perdida.

 

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