Marissa Rivera.
Llegamos.
Lamentablemente lo logramos, rebasamos la catastrófica cifra de 60 mil muertos por coronarivus y esto aún no termina.
Al presidente no le gustó que la noticia se destacara en los medios de comunicación ni en las redes sociales, pero lo dijo el hombre de toda su confianza, la persona en la que delegó el papel protagónico de la pandemia.
En uno de sus múltiples escenarios sobre la número de muertos, el subsecretario Hugo López-Gatell señaló que una “situación catastrófica” serían más de 60 mil fallecimientos.
Es más, lo dijo así el pasado 4 de junio: “ya por la segunda semana de febrero hicimos una primera estimación de la carga esperada de enfermedad, el mínimo era 6 mil, otro escenario era ocho mil, teníamos así hasta 28 mil que se redondea en los 30 mil. Incluso un escenario catastrófico que podría llegar a los 60 mil”.
Resulta aún más catastrófico porque ayer martes a las 19:00 horas, las cifras oficiales ascendieron a 61 mil 450. Imagínese si las duplicamos o triplicamos, como refieren estudios científicos que sería la cifra real de fallecimientos por esta pandemia ¿120 mil, 180 mil? De ese nivel puede ser la tragedia que vive México por Covid-19.
Este 27 de agosto se cumplen seis meses del primer caso positivo de coronavirus detectado en México. El camino ha sido largo y tortuoso, de incertidumbre, miedo, dolor y lágrimas.
La vida económica se detuvo, las clases se suspendieron, quien pudo fue a trabajar, otros lo hicieron desde casa. Más de un millón de empleos formales se han perdido.
Ya le digo, seis largos meses de incertidumbre, confusiones y contradicciones porque desde abril el presidente Andrés Manuel López Obrador se atrevió a decir que la pandemia ya se había domado.
Y así vamos, semana a semana, mes con mes, con la ilusión de que en la nueva realidad la pandemia sea controlada y esté en “franca desaceleración” como insiste y asegura López-Gatell.
¿Demasiado optimismo? ¿Qué creerles? La narrativa del encargado de la estrategia para enfrentar la emergencia sanitaria dice que los contagios han bajado, pero la realidad es que han disminuido las pruebas. ¿De qué presumen? Todos los días, camas vacías en los hospitales. Pero en los crematorios hay filas, incluso, hay que esperar hasta más de un día para incinerar a los seres queridos.
El panorama es desolador. Medio año de pandemia, en un ambiente de contrariedad, frustración y dudas, muchas dudas. En un conato de nueva normalidad, donde los ciudadanos han relajado las medidas, mientras que las autoridades buscan pretextos para justificar muertes con problemas añejos, como obesidad, diabetes e hipertensión, por ejemplo.
En los últimos días, el número de contagios ha sido en promedio, 5 mil cada 24 horas, unos días más, otros menos, muy lejano a la cifra que hace unos días planteó Max Roser, investigador de Oxford y fundador de Our World Data, quien señaló que México podría tener hasta 130 mil casos nuevos de Covid-19, cada 24 horas.
Es claro que las autoridades sanitarias no modificarán su estrategia, están empeñados en que ha sido exitosa.
Seguirán con sus propias estrategias, la difusión de las estadísticas de fallecimientos y contagios diarios que además les molesta que se difundan.
Pero no se trata de números, se trata de familias que han quedado incompletas o de quienes se han quedado sin nada.
No cabe duda que sí, son tiempos catastróficos.
