AMLO y su segundo informe

Alejandro Rodríguez

Alejandro Rodríguez Cortés*.

Andrés Manuel López Obrador no dirá en su segundo informe de gobierno ni una sola de las palabras que sí les dijo su secretario de Hacienda y Crédito Público a los diputados de Morena este fin de semana: México enfrentará en 2021 la peor crisis económica que haya vivido el país desde 1932.

Tampoco se referirá a que el próximo año será especialmente difícil porque el gobierno no tiene dinero y ya se acabaron los “guardaditos”, sí, esos fondos previstos por los malvados gobiernos neoliberales que lo precedieron para situaciones difíciles, y que fueron agotándose desde antes que llegara a tierras mexicanas el Covid-19 y sus efectos catastróficos.

El presidente de la República culpará exclusivamente a la pandemia, eso sí, de una crisis que según él ya tocó fondo y de la cual también bajo su perspectiva saldremos rápidamente, aunque eso sea poco probable, por no decir imposible.

Pero López Obrador consolará a su pueblo con el mexicanísimo traslado de responsabilidades propias a terceros y con la autovictimización: desde el falso “íbamos bien” hasta el cacareado “saldremos adelante y más fortalecidos”, pasando por la incomprensible y muy desafortunada tesis de que el infortunio “nos cayó como anillo al dedo”.

No importa que la mal llamada Cuarta Transformación haya destruido proyectos, instituciones públicas y confianza en México como destino de inversión. Los culpables están en otro lado y se ubican en el pasado -siempre y cuando sea de 2 años para atrás- o en una crisis de la cual somos simplemente víctimas circunstanciales del presente y del futuro.

Lo de López Obrador no es la autocrítica ni el reconocimiento de errores en políticas públicas para así poder adaptarlas a la terca realidad de un país cuya economía se ha contraído a niveles que tenía hace 10 años, y en la que no parece haber elementos para pensar llegar siquiera a los números que recibió el 1 de diciembre de 2018. Será un sexenio perdido, lo que no reconocerá ni siquiera al terminarlo.

No habrá en el Segundo Informe de Gobierno la más mínima señal que nos prepare para años de contracorriente por desempleo, empobrecimiento de las clases medias y marcha atrás a avances que ya se habían logrado en materia de pobreza extrema. Al contrario, lo mejor estará por venir, según el

discurso oficial.

Aunque seguramente sea reiterativo en el mensaje de que su gobierno lleva una buena relación con los empresarios, no desaprovechará la oportunidad de recordarles que ahora el poder lo tiene él, y lo seguirá usando para imponer una visión del país más propia del estatismo que de la competencia económica y la libre empresa.

Andrés Manuel López Obrador continuará su campaña política que lleva ya 20 años: 18 que le tomó para llegar a Palacio Nacional, y 2 más de un gobierno cuyo mezquino objetivo es simplemente mantener el poder, en este caso la mayoría en la Cámara de Diputados, que habrá de renovarse a mediados del año que entra.

Así pues, el ejercicio de informar será un mítin de campaña más. Para seguir administrando el indudable apoyo popular que mantiene. Para plantear falsos dilemas como el de que votar en contra Morena sea regresar al pasado que millones de personas repudiaron en las urnas hace dos años.

Lo demás qué importa, porque no es responsabilidad presidencial: ni el cataclismo económico, ni la violencia incontrolable, ni la criminal indolencia para manejar la crisis sanitaria.

Esos serán siempre pretextos de sus adversarios, los conservadores, los neoliberales, los fifís, que solo quieren descarrilar un gobierno que no se ha dado cuenta que ya ha descarrilado en sus primeros dos años de ejercicio.

*Periodista, comunicador y publirrelacionista

@AlexRdgz

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