Anaya: mostrar de qué está hecho

Rubén Cortés.

Es de primaria suponer que Ricardo Anaya sabía que la respuesta a su anuncio de volver a la política competitiva, sería advertirle que lo pueden encarcelar. Y no sería criticable que desaparezca, ni hable más: nadie quiere estar preso. 

Porque pocos en México pueden decir que no se sientan intimidados, aterrados o asustados con las amenazas del Jefe del Ejecutivo federal y de varios comisarios: avisos de investigaciones, exilio, prisión, que cambien de oficio… 

No todo mundo tiene alma de mártir. Así que, aunque lo estuviera esperado, Anaya tendrá que demostrar de qué pasta está hecho para enfrentar el huracán de un gobierno autoritario, hegemónico, que sí sabe usar todo su poder. 

Por ahora, el martillo de UIF lo investiga. Y lo más seguro es que le reabran el caso de lavado de dinero por el que fue exonerado dos días antes de terminar el sexenio del presidente anterior, al cual amenazó en la campaña electoral con meter en la cárcel. 

Pero lo más deseable es que Anaya contenga el huracán porque, con apenas 41 años, es uno de los políticos mexicanos más talentosos, estructurados en su discurso, instruidos en cultura general, con mundo conocido, ambiciosos. 

Aunque esas características lo atascaron en su vida política anterior a la que anunció esta semana que reinicia: las usó con muy poco tacto, apretando el acelerador, arrasando. Seguramente son los “errores” que admitió en su mensaje del regreso. 

Sin embargo, las derrotas son teóricamente más ricas que los triunfos: las derrotas dejan un saber; los triunfos sólo se disfrutan sin pensar en el mañana. Anaya, hombre listo donde los haya, tiene que haberlo entendido.

Porque acusó a Calderón de hundir a México, a Margarita le impidió ser diputada en 2015, fue despiadado con sus compañeros Cordero, Gil… 

A Peña lo amagó con la cárcel, cuando el propio candidato ganador tuvo que aclararle el ocho de marzo de 2018 en Colima: “La Constitución sólo permite juzgar al Presidente por el delito de traición a la patria, que no esté tratando de engañar a la gente”.

Sí, ya en la presidencia cambió de opinión y busca enjuiciar a Peña y a los otros, pero la lección del viejo lobo para el grumete fue que la política es inexorablemente de pactos. Quien lo niegue, miente. 

Antes de cumplir los 40 años, Ricardo Anaya rompió todos los puentes que pudo con sus aliados naturales. Sin embargo, con 41 cumplidos, puede restablecerlos. La política es el arte de lo posible. Si lo consigue, y tiene lo que se necesita para enfrentar al poder… 

Este hombre de discursos fogosos, y cuasi populistas, puede ser un candidato presidencial formidable en 2024.

Si en México se mantiene la Constitución actual.

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